Capitulo Terçero. De como el rey e la Reina enviaron a Xtóbal Colon a descubrir las Yndias del mar Oçeano

Estando el Rei e la Reyna en Santa Fe [en el çerco de Granada] en este año de miiii xcij [1492] suçedio que un Xpóbal Colon, extrangero de la nación de Mylán [Genova] hombre de alto yngenio syn saber muchas letras astuto en el arte de la cosmografía/ e del repartir del mundo aviendo dende ynglaterra salido en una nao [para venir a España] y corriéndole tormenta allego a la ysla que agora se llama de Santo Domingo/ (Manuscrito original de Pedro Barrantes Maldonado, conservado en la Academia de la Historia en Madrid (ms. 9/134, novena parte, cap. 3, fol. 410r.).

 

Algunos cronistas contemporáneos definen al mismo Colón como protagonista del dicho predescubrimiento. Comencemos, por ejemplo, con el testimonio que ofrece el padre Las Casas en el capítulo xiv de su Historia de las Indias:

Díjose que una carabela o navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del reino de Portugal se decía), y que iba cargada de mercancías para Flandes o Inglaterra, o para tractos que por aquellos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu della, vino diz que a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que las descubrió.[xx]

 

La opinión de otro de los grandes cronistas, el Inca Garcilaso de la Vega, igualmente merece atención. En sus Comentarios reales, el autor nos dice que hacia el año 1484 un piloto natural de la provincia de Huelva, fronteriza con Portugal, llamado Alonso Sánchez de Huelva llevaba mercancías de España a Canarias y después a las islas de Madera (Madeira). De regreso a España, cargado de azúcar y conservas, mientras realizaba su habitual ruta triangular, le alcanzó una tormenta que le tuvo veintiocho o veintinueve días perdido sin poder orientarse por el sol o por el norte, sufriendo los del navío «grandísimo trabajo en la tormenta», porque ni les dejaba comer ni dormir, tras lo cual: «Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, más de que se sospecha que fue la que ahora llaman Santo Domingo» (lib. 1, cap. 3, 12-13). El citado autor destaca que Alonso Sánchez, el piloto, tomó nota de todo lo que le había sucedido, se proveyó de agua y leña y se volvió a España sin saber con seguridad el camino que tenía que seguir:

Y por la dilación del camino les faltó el agua y el bastimento, de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida e venida habían padecido, empezaron a enfermar y morir de tal manera que de diez y siete hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco, y entre ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva. Fueron a parar a casa del famoso Cristóbal Colón, genovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor les hizo todo regalo por saber cosas acaecidas en tan extraño y largo naufragio como el que decían haber padecido. Y como llegaron tan descaecidos del trabajo pasado, por mucho que Cristóbal Colón les regaló no pudieron volver en sí y murieron todos en su casa, dejándole en herencia los trabajos que les causaron la muerte […] (lib. 1, cap. 3, 12-13).[xxi]

 

Juan de Castellanos (1522-1607), autor del poema más largo de la literatura española, Elegía de Varones ilustres de Indias, y cronista que asistió en persona a la conquista del Nuevo Reino de Granada, también recoge la misma información, esta vez en forma de verso.[xxii] En el canto primero de su primera elegía habla del predescubrimiento por parte del mismo piloto desconocido mencionado anteriormente y de la posibilidad de que dicho protonauta fuese el mismo Cristóbal Colón:

Aquella [Madeira] con sus tratos frecuentaba,

Allí lo más del tiempo residía,

Y dicen que do quiera que moraba

Su vida por buen modo componía:

A pobres peregrinos hospedaba

Dándoles de lo poco que tenía,

Y entre ellos hospedó con pía mano

Una vez un piloto castellano.

El cual era también gran navegante;

Pero (según entonces se decía)

Tempestuoso viento de levante

Lo hizo navegar do no quería,

Forzándolo pasar tan adelante,

Que de volver duda tenía,

Corriendo hasta ver tierras no vistas,

Ni puestas por algunos cronistas.

El cual hombre llegó destas regiones.

Con gran enfermedad debilitado,

Y ansí murió con los demás varones

Que de la mar habían escapado;

Pero dejó cumplidas relaciones

Del prólijo discurso navegado,

Las cuales como cosa de su ciencia,

Colón notó con suma diligencia.

Otros quieren decir que este camino,

Que del piloto dicho se recuenta

Al Cristóbal Colón le sobrevino,

Y él fue quien padeció la tal tormenta;

La cual no me parece desatino

Según por boca de él se representa

Hablando con los suyos cerca de desto,

Como más adelante veréis presto…

Para confirmación de lo contado,

Algunos dan razón algo fundada,

Y entre ellos el varón adelantado

Don Gonzalo Jiménez de Quesada;

Pues no teniendo menos de letrado

Que supremo valor en el espada,

En sus obras comprueba por razones

Ser estas las más ciertas opiniones.

Hay gente que de valor también que quiere

Decir que lo halló [la ruta de América] por escritura

De tal antigüedad cual se requiere

Para ser infalible conjetura;

Mas, sea la tal cosa como fuere,

Diligencia parió buena ventura,

Pues prometió de darnos monarquía,

Y fue la mayor que prometía (6).