Esta obra de Plutarco fue leída y comentada por Kepler, Newton y también sabemos que ha inspirado los estudios en los Colegios de la Compañía de Jesús de Coímbra, a finales del siglo xv, incluso en el Aula de la Esfera (San Antón, Lisboa) a lo largo de las primeras décadas del siglo xvii.[22]
Existe, igualmente, una evidencia de la posibilidad de que los fenicios hayan llegado al Brasil en la Antigüedad. Se trata de una inscripción fenicia encontrada en Paraíba (João Pessoa), mientras tanto perdida, y que por presentar dos fallos ha sido considerada falsa. José Nunes Carreira efectuó una síntesis de todos los estudios anteriores y concluyó que probablemente sería verdadera, pues estimó que no era posible conseguir falsificar dicha escritura fenicia en el siglo xix.
En la inscripción fenicia encontrada en Paraíba (hoy João Pessoa), en el nordeste brasileño, en 1872, se expone lo siguiente:
(Línea 1) Somos naturales de Canaán, de Sidonia, ciudad del gran rey. El comercio nos trajo
(línea 2) hasta esta playa lejana, una tierra de montañas. Ofrecimos un joven a los grandes dioses.
(línea 3) y diosas en el año diecinueve de Hiram, nuestro rey poderoso.
(línea 4) Vinimos de EcionGeber, en el mar Rojo, e viajamos con diez naves.
(línea 5) Dos años estuvimos juntos en el mar, bordeando la tierra de Cam [África], mas nos separaron
(línea 6) de la mano de Baal [por una tempestad, acción divina] y no volvimos más con nuestros compañeros. Así llegamos hasta aquí, doce
(línea 7) hombres y tres mujeres a una… playa que yo, el almirante, controlo.
(línea 8) ¡Que los grandes dioses y diosas se presten a ampararnos!
La última frase invoca el amparo de los dioses, probablemente para que el regreso a su tierra transcurriera bien. Más tarde se constató que no se trataba de dos errores sino más bien de una característica del lenguaje fenicio en determinado momento.
José Nunes Carreira, profesor catedrático jubilado de la Facultad de Letras de Lisboa, especialista en Historia de las civilizaciones preclásicas y en lenguas semíticas, comenta: «Convencen los análisis filológicos (C. H. Gordon; L. Delekat). La plausibilidad histórica hace el resto. Hechos irrefutables son la circunnavegación de África hacia finales del siglo vii a. C. o a principios del siglo vi a. C. (Necó II reinó de 610 a. C. a 595 a. C.)».[23]
Cabe señalar que este viaje de circunnavegación de África por los fenicios en tiempos del faraón Necó ya había sido nombrado por Damião de Góis. No obstante, a excepción de esta inscripción, no poseemos hasta el momento ninguna referencia documental que compruebe la llegada de los fenicios al Brasil.
Ya en el siglo xi no hay duda sobre la existencia de una colonia vikinga en Norteamérica, hecho comprobado por la estación arqueológica de L’Anse aux Meadows, en Canadá, al norte de Terra Nova, actualmente patrimonio de la Unesco, y que se corresponde con lo que estaba narrado en los textos épicos vikingos, que demuestran el valor de las tradiciones orales, a menudo desdeñadas.
El recorrido de los vikingos parece haber sido el mismo que el de los griegos, y quizás el de los fenicios (Sila es cartaginés), aflorado en el texto de Plutarco.
Esta evidencia arqueológica de L’Anse aux Meadows tiene similitud con la descripción de las aventuras vikingas en dos de sus sagas. En la primera, La saga de los groenlandeses, Bjarni Herjólfsson fue el primer vikingo en divisar el territorio canadiense, hacia 985. En la segunda, La saga de Erik el Rojo, aparece el hijo de Erik, Leif Eriksson, el cual lideró una expedición de treinta y cinco hombres hacia el año 1000. Encontraron una región con viñedos salvajes, hecho que les llevaría a bautizarla como «Tierra de las Viñas», Vinland.
Se cree que el lugar de L’Anse aux Meadows podrá corresponder al de Straumfjord en esta saga. La noticia de esta «Tierra de las Viñas» llegó a Europa y, por ejemplo, fue mencionada en 1075 por Adán de Bremen en la Historia de los arzobispos de Hamburgo-Bremen.
Con lo cual, en la Alemania del siglo xi, ubicada en el centro de Europa, se tenía conocimiento concretamente de la existencia de estas tierras a occidente. Este conocimiento llegó, probablemente, a Portugal.
Recordemos a los caballeros dinamarqueses que colaboraron con el infante don Henrique. Zurara habla, en el capítulo xciv de La crónica de Guinea, de la ida de Vallarte, caballero del rey Christian I de Dinamarca, a las tierras de Guinea. Y llegó a Portugal a través de la unión que Portugal estableció con Dinamarca en el siglo xii, mediante los matrimonios de las princesas Berengaria (hija de don Sancho I) y de Leonor (hija de don Alfonso II) y de los reyes dinamarqueses, Valdemar II y III.
Existe una carta de Carsten Grip, fechada el 3 de marzo de 1551, dirigida al rey Cristiano III de Dinamarca, informándole que le enviaría una carta geográfica, donde menciona un viaje de la época del rey Cristiano I, el cual gobernó de 1449 a 1481, viaje dirigido por dinamarqueses pero a pedido del rey de Portugal a fin de encontrar tierras continentales en los mares del norte.[24]
A continuación, en el siglo xvi ya se hace referencia a una colonia portuguesa en Canadá, como comenta Consuelo Varela: « […] fueron los portugueses los únicos que dispusieron desde 1506 de una colonia fija en la Tierra Nova y en las espaldas de Canadá, compuesta por gente de Viana, de Aveiro y de la isla Tercera».[25]
He aquí otra alusión muy interesante a la posibilidad de existencia del continente americano que remonta a finales del siglo xiii, de la mano de Ramón Llull: «La Tierra es esférica, y el mar también es esférico. […] Es necesaria una tierra opuesta a las playas inglesas: existe, pues, un continente que no conocemos».[26]
Portugal había sido la gran potencia científica en términos geográficos en el siglo xv puesto que, en 1501, estando al corriente de los datos de los viajes de Cristóbal Colón, del viaje de Pedro Álvares Cabral y posiblemente de otros anteriores, como también de los datos de Terranova, los portugueses tenían la idea concebida de que América era un único continente.
Pietro Pascualigo escribió el 18 de octubre de 1501 al senado veneciano, narrando la llegada de una carabela de la expedición de Gaspar Corte Real:
Creen, los de la mencionada carabela, que la aludida tierra es firme y está unida a otra que el año pasado fue descubierta al oeste por otras carabelas de Su Alteza [el rey de Portugal] […]. También creen que esté unida a las Antillas, que fueron descubiertas por España y con la Tierra de los Papagayos [Brasil].
Éste es un dato bastante interesante que enfoca lo que Joaquim de Carvalho, Damião de Góis y Pedro Nunes dijeron en el siglo xvi que los descubrimientos no se hicieron al azar sino que fueron hechos con mucha ciencia. Ciencia esa que Cristóbal Colón aprendió en Portugal. Y que también vino a reforzar la circunstancia de que Cristóbal Colón, tal como otros, ya hubiera ido a los mares del norte.
Y en esa gran aventura científica y marítima, los textos clásicos, incluso impregnados de una dimensión mítica, fueron un faro de inspiración para los portugueses y, después, también para los españoles del Renacimiento.
[1] Zurara, Gomes Eanes da, Crónica de Guiné, «Capítulo vii: No qual se mostram cinco razões por que o senhor Infante foi movido de mandar buscar as terra de Guiné», terminada en 1453, aún vivía el infante don Henrique. Livraria Civilização, Porto, 1973, p. 44. El subrayado es nuestro.
[2] i parte, capítulo ii. Edición de la Academia Portuguesa da História, Lisboa, 1988, p. 20. Este texto de la historia y ciencia de la navegación de los portugueses permaneció oculto durante décadas. En el 1573, el espía Giovanni Batista Gesio, al servicio del rey español Felipe II, integró esta obra en una parcela de libros portugueses que secretamente fue al Escorial.
[3] Crónica de Guiné, cap. ix, ídem, p. 54. El subrayado es nuestro.
[4] Ídem.
[5] Joaquim de Carvalho, Obra Completa, vol. iv, F. C. Gulbenkian, Lisboa, 1983, p. 175. El subrayado es nuestro.
[6] Pessoa, Fernando, Mensagem, «Infante», <http://arquivopessoa.net/textos/2375>.
[7] Citamos de la edición de 1724, pp. 18-22: <http://purl.pt/286>. Mantenemos la ortografía, apenas actualizando la «f» por «s». El subrayado es nuestro.
[8] Cf. la edición comentada de Victor Jabouille do Périplo de Hanão (Inquérito, Mem Martins, 1994), donde se muestra las similitudes entre el projecto del infante don Henrique y la saga cartaginesa.
[9] Platón, Timeo, 20e, e 24e-25ª. Citamos la traducción de Oscar Velasquez: Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2004, pp. 85 y 90. El subrayado es nuestro.
[10] Cf. Reale Giovanni, Platón: En Búsqueda de la Sabiduría Secreta, Herder, Barcelona, 2001. Giovanni Reale ha sido catedrático de Historia de la Filosofía Antigua en la Universidad Católica de Milán. Es conocido por su propuesta de una nueva interpretación de Platón basada en las doctrinas no escritas.
[11] La traducción clásica de Miguel Unamuno: «Vendrá una edad allá en los tardíos años en que el Océano ha de aflojar los ataderos de las cosas todas, se abrirá la ingente tierra, la mar despertará nuevos orbes y no será ya el fin de las tierras Thule».
[12] Fol. 59 vuelto.
[13] Fernando Aínsa, Séneca y América, Análisis de un presentimiento literario: <http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc76600>.
[14] Geórgicas, libro i, 29-30.
[15] Op. cit., «Prólogo», parte i, p. 16.
[16] Cf. Thibaud Guyon, Jeanine Rey e Philippe Brochard, Pythéas l’explorateur: De Massalia au cercle polaire, Paris: École des loisirs, 2001
[17] Cf. Plutarco, Obras morais e de costumes (Moralia), IX, Editorial Gredos, Madrid, 2002.
[18] Kepler, por ejemplo, sostenía que era el continente americano. Cf. KEPLER, J., Somnium, seu opus posthumum de astronomia lunari, Frankfurt, 1634. Lo cual nos parece lógico.
[19] Ilíada, canto viii, 6.
[20] Cerca de mil kilómetros.
[21] 941, 942 y 945d. Subrayado nuestro.
[22] Cf. Bernardo Mota, «Anexo 2: Presencia de Plutarco en textos de los siglos xvi y xvii», en Plutarco, Obras morais: sobre a face visível no orbe da Lua, Imprensa da Universidade de Coimbra, 2010 pp. 108-120.
[23] José Nunes Carreira «Fenícios no Brasil? Circum-Navegação da África na Antiguidade», en Actas dos 2.ºs Cursos Internacionais de Verão de Cascais (17 a 22 de Julho de 1995), C. M. de Cascais, Cascais, 1996, vol. i, pp. 67-80.
[24] Cf. Sofus Larsen, The Discovery of North of America Twenty Years Before Columbus, 1925.
[25] Varela, Consuelo, «O Controlo das Rotas do Bacalhau nos Séculos xv e xvi», Oceanos, 45, Lisboa, Comisión Nacional para las Comemoraciones de los Descubrimientos Portugueses, 2001, p. 28. Apud, d’Armada, Fina, «¿Los Portugueses llegaron a América antes que Colón? – El misterioso Fagundes y Terranova», en Grandes Enigmas da História de Portugal, vol. i, coordinación de Miguel Sanches de Baêna y Paulo Loução, Ésquilo, Lisboa, 2008, pp. 467-497.
[26] Ramon Llull, Quaestiones per Artem demonstrativam seu inventivam solubiles, Q154.
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