Precisamente, en la época de mayor proliferación de los postulados posestructuralistas, usted se mantuvo en la retaguardia, junto a maestros ya consagrados como Carmen Bobes, Fernando Lázaro Carreter, Alonso Zamora Vicente o Claudio Guillén, y siguió fiel a los postulados de su tesis publicada en 1977, Estructura y tiempo reducido en la novela, que sigue siendo un referente en la actualidad para los estudios literarios.

En aquellos años de efervescencia posestructuralista, empecé a leer a Foucault, Deleuze, Derrida, Lacan, y enseguida me di cuenta de que aquello era un fraude; un pensamiento que sometía a un principio de relativismo absoluto el valor de la palabra y la esencialidad del discurso. Por lo tanto, yo me situé en la línea de Steiner, Bloom y filólogos españoles como Claudio Guillén o Sobejano y tantos más entre los cuales hay figuras importantísimas, empezando por mi maestra Carmen Bobes.

 

La deconstrucción es…

La peste de los estudios literarios. Ha roto con la tradición filológica y abierto la caja de pandora de lo que se llaman los Estudios Culturales, que sitúan a la misma altura una danza prenupcial de Polinesia y la Sinfonía n.o 8 de Beethoven. Esto resulta absurdo y un disparate evidente.

 

Un disparate fundamentado en dar visibilidad a minorías históricamente silenciadas y que los Estudios Culturales han presentado a menudo como la versión actualizada de las humanidades.

Visibilizar a las minorías es una causa muy legítima, pero debe tener su ámbito de aplicación en la legislación. Por otra parte, los Estudios Culturales están desplazando las disciplinas de lo que históricamente eran el quadrivium y el trivium, que son el fundamento de la formación intelectual, estética y moral proporcionada por las Humanidades. En este contexto, los que nos mantenemos en contra, estamos siendo sometidos a un ataque sistemático de descrédito en función de la corrección política, esa forma de censura perversa que ha generado los safe spaces: recintos seguros para los universitarios que los alejen del debate académico de ideas controvertidas, y los infantilicen en vez de hacerlos madurar intelectualmente. Quienes la ejercen simulan estar en una situación de superioridad moral frente al resto de los mortales. No obstante, son personas que en sus comportamientos reales pueden actuar como quieran.

 

¿Qué opina del feminismo?

El feminismo es la revolución más importante y fructífera intelectualmente del siglo XX. Ahora bien, la lucha feminista no está en una cuestión literaria o lingüística, como es el lenguaje inclusivo o la arroba en vez de la letra o. Está en erradicar la ablación del clítoris, el ocultamiento del cuerpo de la mujer con el burka, la imposición de matrimonios decididos, la explotación sexual del cuerpo femenino de manera indigna.

 

Richard Rorty defendía que la verdad se construye por medio del lenguaje.

Pero ese planteamiento es totalmente falso. Es el mundo el que construye el lenguaje. Si el lenguaje construyera el mundo sería muy fácil arreglarlo: cambiando las palabras, cambiaríamos la realidad. Por ejemplo, retiramos la palabra cáncer y, como el lenguaje crea el mundo, la enfermedad desaparece. Esta es una idea de una simpleza absoluta. Es exactamente al revés: las palabras son el epifenómeno de las cosas. La prueba está en el hecho de que las cosas son las mismas, pero las palabras que las designan son distintas según la lengua. Es una idea que se repite como un mantra y que se debe desmontar, salvo que nos entreguemos a esa quiebra de la racionalidad que se está generalizando peligrosamente. Como dice el tango de Discépolo, «que falta de respeto, que atropello a la razón». Creer que las palabras crean la realidad es precisamente atropellar a la razón.

 

Francisco Ayala le dio a conocer la posverdad como «confusión mental que difumina los límites entre lo que es ficción y la realidad práctica». Luego de tantos años, ¿ha llegado a la conclusión de lo que es?

La posverdad consiste en contar una mentira muchas veces y conseguir que la gente se la crea. Lo hemos comprobado en los Estados Unidos y con los setenta millones de votantes que ha tenido Donald Trump. La prensa seria de EE. UU. ha calculado que, en sus años como presidente, en sus tuits y declaraciones diversas, Trump ha emitido unas veinte mil mentiras o posverdades.

 

Junto a la posverdad, otra de sus grandes obsesiones de la posmodernidad ha sido la corrección política. En marzo publicará un libro sobre ambos temas, Morderse la lengua. ¿Cómo enfrentar este tipo de censura cuando resulta imposible delimitar el sujeto que la emite?

En efecto, la corrección política representa una forma de censura ejercida desde esa identidad gaseosa que es la sociedad civil. A diferencia de las censuras anteriores, como la franquista, esta vez no sabemos a quién protestar. Pero soy optimista porque está habiendo una reacción muy activa: la de no morderse la lengua. En julio, ciento cincuenta intelectuales firmaron una carta en Harper’s Magazine denunciando la manera en que se están destruyendo carreras profesionales en base a acusaciones de machismo o racismo no fundamentadas, a lo que en inglés le han dado el nombre de «cancelación». A ese respecto me viene a la mente el famoso cuento El rey desnudo, un claro ejemplo de la situación actual. En el relato tanto el propio rey como los cortesanos admiten que va vestido con magníficos ropajes porque los sastres estafadores han dicho que la magia del atuendo consiste en que solo lo verán quienes sean hijos de sus padres y personas competentes en sus profesiones. Hasta que alguien, que no tiene nada que perder, dice sin complejos lo que está ocurriendo: el rey está desnudo. Y eso es lo que tenemos que hacer.

 

Ante este escenario desalentador, usted propone, en Lo que Borges enseñó a Cervantes, volver a una lectura más ingenua del texto que enfrente las elucubraciones de la deconstrucción.

Digo ingenua en el sentido de lectura desinteresada, que no busca la indagación que los críticos o los filólogos seguimos. Al principio de todo, tiene que predominar el placer de la lectura, que es lo que ha hecho posible la continuidad y la vigencia de la literatura. Por otra parte, la literatura está hecha con palabras, y eso quiere decir que la estructura lingüística de una obra literaria es fundamental y que hay una panoplia de instrumental analítico que viene de la lingüística para entender mejor lo que es la literatura. Eso es lo que se debe enseñar en las universidades.

 

Critica que causas como el feminismo dominen en las humanidades. Sin embargo, ¿no era una finalidad política la que promovió la institucionalización de la literatura comparada a comienzos del siglo XX?, ¿fortalecer el intercambio cultural entre países y evitar conflictos como la Primera Guerra Mundial?

Pensar que la literatura comparada podía tener un efecto de paz en el plano político no era solo una utopía, sino una idea absurda. Una disciplina académica no puede de ningún modo arreglar el mundo. Eso tiene que ver con otros fundamentos: la lucha por el poder, los intereses económicos, las propias pasiones inherentes a la condición humana… La literatura comparada nunca fue la solución de nada, sino que lo que hizo fue revitalizar el testimonio secular de la universalidad de la condición humana. Eso no quita que la persona que escuche esa llamada que se hace desde la literatura comparada actúe consecuentemente, después, de una manera más civilizada que aquel que organiza una guerra, una limpieza étnica o un terrorismo fundamentalista. La Alemania de los nazis era la nación más culta de Europa.

 

Afirmaba que el cosmopolitismo es un factor en la vocación del comparatista. ¿Le preocupan como filólogo las actuales derivas nacionalistas peninsulares?

Detrás de esta hostilidad hacia el español hay una quimera. El franquismo, que rechazaba las lenguas vernáculas, fue incapaz de acabar con el catalán, el euskera y el gallego aun siendo una dictadura. Es cierto que a veces parece como si se estuviese aplicando la política lingüística del franquismo contra el catalán, pero ahora contra el castellano. Yo sugiero que se repare en el éxito que tuvo Franco, para así vaticinar cuál es el éxito que les espera.

 

En su mandato al frente de la RAE, favoreció que el español incursionara en los estudios secundarios de China, cumpliendo con creces el sueño de Cervantes. ¿Qué cree que habría pensado el autor del Quijote en la situación actual?

Cervantes tenía una capacidad extraordinaria para comprender la realidad; es una de las personas más sabias que han existido porque rezuma humanismo, la comprensión integral de lo humano. En Cataluña es un hecho que existe un alto porcentaje de ciudadanos que tiene el español como primera lengua y el catalán como segunda, y viceversa. A mí, me ocurre algo parecido. Soy hijo de un asturiano y de una gallega, pasé mis primeros años en Asturias y cuando volví a Galicia en el colegio me llamaban el «asturianín» por el acento. Ahora me manejo y escribo en las dos lenguas. Y esto les pasa a millones de ciudadanos en todo el mundo. Es decir, las comunidades monolingües son minoría. Ya no hablamos de bilingüismo, sino de trilingüismo, cuatrilingusimo…

 

Total
2
Shares