Fue elegido director con 28 votos de 35 votantes, un hecho insólito en la RAE, y, sin embargo, no optó a una segunda reelección.

Estaba cansado, no en el sentido de que me superasen el trabajo y las dificultades, sino porque no encontraba una satisfacción íntima ni moral que me animara a continuar. Además, cabe tener en cuenta que venía de ser secretario de la Academia durante otros cinco años. En consecuencia, preferí volver a unas condiciones en que yo fuera más dueño de mí mismo y pudiera vivir de una manera confortable. Dejar la dirección de la RAE es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Algo distinto a cuando finalicé mi segundo mandato como rector en la USC. Entonces agoté mis ocho años, pero, aunque hubiera podido ampliarlos, no lo habría hecho porque creo que a los puestos de responsabilidad hay que ponerles límites. Estar demasiado tiempo montado en el caballo no es conveniente ni para el caballo…, ni para el jinete.

 

Anheló mayor soporte en los momentos más difíciles.

Ingresé en la Academia en junio de 2008 y en septiembre quebró el Lehman Brothers. Quiero decir con esto que yo me tragué como director toda la crisis económica, la cual significó una disminución del sesenta por ciento de los ingresos de la RAE. Supuso una lucha diaria por mantener una plantilla de 85 personas muy cualificadas que llevan toda la vida dedicadas a un trabajo muy específico que no se puede realizar en otra parte. En ese sentido, me fui con la tranquilidad de espíritu de que conmigo nadie perdió su trabajo y que conseguí mantener la nave a flote, sin endeudarse y en marcha.

 

Plantea Vargas Llosa citando a T. S. Eliot que no ve razón alguna por la cual «la decadencia de la cultura no pueda continuar y no podamos anticipar un tiempo, de alguna duración, del cual se puede decir que carece de cultura». ¿Cree que se ha llegado a ese escenario?

Creo que es perfectamente posible. Después del esplendor cultural y artístico grecolatino, entramos en un periodo de oscuridad, que se correspondió con la época medieval y que fue sucedido por el Renacimiento, el Barroco y el Siglo de las Luces. Es probable que ahora hayamos caído en un nuevo foso cultural, pero no irreversible. Tengo la impresión de que nuestra realidad se está acercando a la distopía, ese género literario consistente en la presentación de un mundo de futuro enormemente negativo. Fenómenos que Huxley y Orwell narraron en sus obras que son de los años treinta y cuarenta están ocurriendo en la actualidad.

 

Ha cultivado el género de los estudios filmoliterarios con obras memorables como Imágenes de la ciudad: poesía y cine, de Whitman a Lorca (2008) y El Quijote antes del cinema (2020). ¿Sería preocupante que en un futuro los grandes avances culturales se produjeran en el campo audiovisual en perjuicio de la literatura?

En primer lugar, cabe señalar que en el arte hay sitio para todos: la literatura clásica, la ciberliteratura, la pintura, el cine. En ese aspecto no estoy nada preocupado. Ahora bien, lo que sí me inquieta es la irrupción brutal del tratamiento informático en la producción cinematográfica, que está dando unos resultados para mí de echarse a temblar, donde los efectos especiales que crean escenarios y personajes estrambóticos sustituyen a la realidad. Me horrorizan las películas donde el teléfono móvil es protagonista porque considero que el recurso abusivo a estos aparatos destruye la trama y el desarrollo psicológico de las situaciones. Imagine si en Romeo y Julieta hubiera habido un móvil: no habría habido tragedia final.

 

De estos 50 años de producción, ¿qué hallazgo quisiera que le sobreviviera?

Quisiera pensar que mis teorías literarias sobre el realismo seguirían siendo de utilidad para comprender un fenómeno literario general y universal, y por los repertorios de la bibliografía internacional compruebo con satisfacción que continúan siendo muy difundidas y utilizadas. En eso me ayudó mucho que mis libros sobre el tema se tradujeran de inmediato al inglés. Es muy injusto que haya muy pocos nombres hispanos en la bibliografía de estas materias y, sin embargo, yo he tenido la suerte de abordar ese tema capital del realismo con una recepción muy positiva internacionalmente.

 

Abandona la primera línea de la docencia como catedrático emérito. ¿Se considera optimista respecto al futuro de la literatura comparada?

Me siento confiado, sobre todo por el valor de la gente joven que trabaja conmigo. Además, estoy convencido de que la literatura es algo muy serio y que llegó hace siglos para quedarse en esta y en futura sociedades. El pozo del canon literario —los clásicos— es inagotable, y está al alcance de cualquiera de manera cada vez más accesible. Ahora hay muchas ventajas para poder acceder al conocimiento y la cantidad de libros que se editan es superior a cualquier época de la humanidad.

 

Usted guarda una libreta donde anota citas que se le repiten. ¿Con qué cita quisiera poner fin a esta conversación?

Últimamente, pienso mucho en un refrán poco original que dice: «No se pescan truchas a bragas enjutas». Es decir, que toda meta en la vida, por muy banal que parezca, exige su esfuerzo.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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