«Años felices es, en un sentido
muy deportivo, una novela anti-James»Por Carmen de Eusebio

Gonzalo Torné (Barcelona, 1976). Es autor de tres novelas: Hilos de sangre (Random House Mondadori, 2010), por la que obtuvo el Premio Jaén de Novela; Divorcio en el aire (Random House Mondadori, 2013); y Años felices (Anagrama, 2017). Sus obras se han traducido al inglés, francés, italiano, alemán, holandés, portugués y catalán.

Años felices arranca con una cita de Hegel: «Los años felices son páginas en blanco del libro de la historia». Es difícil pasar directamente a la lectura del libro sin pararnos en el título y en el significado de la cita. Si la felicidad parece no tener historia, parece evidente que suscita muchas historias, no deja de hablarnos. ¿Por qué la felicidad no forma parte del peso de lo histórico?

La idea de Hegel es que los años donde no sucede nada suceptible de pasar a la historia (páginas en blanco) son, casi por defecto, años felices. Una parte del libro se toma en serio esta idea y plantea un experimento: ¿qué pasaría si sustrajésemos a un grupo de jóvenes de las exigencias de la historia, si les dieramos todas las facilidades (dinero, amistad, belleza) para ser «felices», ¿se preservaría la amistad en el tiempo como sugiere la frase de Hegel?

Bastante avanzado el libro aparece una voz que se opone a esta idea, que está convencida de que, aunque un año sea una página en blanco del libro de la historia, para que además sea feliz (para que se «amplíen los círculos misteriosos de la amabilidad») hay que esforzarse, y mucho. Estas dos visiones sobre la «felicidad» mantienen su pugna durante buena parte de la novela.

 

La novela narra la formación y desarrollo de la amistad en un grupo de cinco jóvenes. Los sueños, decepciones y frustraciones irán sucediéndose en el transcurrir de sus vidas, transformándolos. Todo ello descrito con una aguda aprehensión de detalles. Sin embargo, los años anteriores son mencionados de pasada a lo largo de la historia. ¿Qué relevancia tiene la infancia en el devenir de los acontecimientos?

Para mis personajes, ciertamente ninguna. El narrador llega a decir que para la mayoría de personas la infancia es irrelevante, una idea con la que, exceptuando salvedades traumáticas, estoy bastante de acuerdo. Comparado con lo que vendrá después, ser niño es una fase bastante aburrida, pasiva y prescindible de la vida. He escrito muy poco sobre la infancia, en el futuro no sé, pero ahora mismo como tema literario me interesa muy poco.

 

El escenario y la ambientación de la historia se sitúa en Nueva York, en los años 60. Los cinco personajes principales son: un catalán que quiere ser escritor y que llega a Nueva York huyendo de su mundo familiar con conexiones fascistas, y con la ilusión de «construir una historia nueva para su linaje». Las hermanas Rosenbloom (Jean y Claire), de familia de clase media; un judío que reniega de su apellido, Krollman, y lo que significa; y un rico heredero, Harry, con vocación de poeta. ¿Por qué ese periodo? ¿Le es propicio por ser anterior a las nuevas comunicaciones?

Creo que la pregunta tiene varias respuestas. Por un lado, me impuse salir en esta novela de Barcelona, la ciudad donde transurren Hilos de sangre y Divorcio en el aire. Por otro lado, quería hablar del exilio. Finalmente, me di cuenta de que para la novela que trataba de escribir necesitaba un escenario que fuera lo más parecido al «país de las hadas», y tenía que ser Nueva York, no hay otro tan bueno. Un personaje dice que Nueva York es «el acceso fácil de la esperanza». A partir de aquí empecé a trabajar en el Nueva York que necesitaba: un tanto abstracto, con barrios inventados. Un espacio fuera del tiempo. O mejor dicho: un espacio que pareciese fuera de la historia, porque el tiempo termina dando alcance a todos los personajes.

 

El libro está dividido en cinco capítulos. El primero, «Amor en grupo», requiere de una atención especial. En él se nos da a conocer, en el comienzo de la relación, a cada uno de los personajes y lo que significan y esperan los unos de los otros. La narrativa nos recuerda mucho a Henry James, quizás con más intensidad en este capítulo. ¿Por qué la adopción de este tono? Además de la creación de una atmósfera, ¿qué les ha aportado a los personajes?

James es el novelista con la conciencia más amplia que ha existido. Se propuso todas las distancias y todos los tonos y salió casi siempre victorioso. Yo le rezo todas las semanas, con unos versos de Auden: «Todos seremos juzgados. Maestro del matiz y del escrúpulo / ruega por mí y por todos los escritores, vivos o muertos: / porque hay muchos cuyas obras / son de menor gusto que sus vidas, porque es infinita / la vanidad de nuestra vocación, intercede / por la traición de todos los escribanos». Pero creo que torcería el morro si leyese Años felices, que incumple muy deliberadamente tres de sus principios: el punto de vista fluctúa entre más de cinco personajes, se altera el orden cronólogico de la narración, y no sólo se cambia de narrador, sino que el narrador cambia de sexo. Todo esto le hubiese horrorizado. De hecho, Años felices es, en un sentido muy deportivo, una novela anti-James.

 

En el segundo capítulo, «La vida del espíritu», escrito a la manera del género epistolar, Alfred reflexiona sobre los trabajos manuales: «El mundo del esfuerzo físico, con su brutal simplicidad, con sus leyes acumulativas, te consume tanto que empiezas a olvidar la complejidad de un existir más amplio, dominado por la ambición, el cálculo, las precauciones, la mezquindad… El trabajo manual me ha vuelto más inocente». Si recordamos el vacío que siente Harry, aun teniéndolo todo, ¿cabe preguntarse si para unos ese contacto con la tierra significa subsistir y, para otros, lo difícil es gestionar el ocio? El dinero es un tema omnipresente.

El dinero tiene una presencia constante en el libro, es cierto. Es una especie de fuerza que presiona de manera casi obscena a los personajes. Al principio me interesaba ver cuánto hay de «material» en las vocaciones «espirituales», poner de relieve que para un escritor es tan importante (o más) ganarse la vida en un trabajo que no lo abrase como elegir sus influencias o trazar un proyecto literario. A medida que avanzaba en la escritura me di cuenta de que en la guerra entre lo «material» y lo «espiritual» el dinero juega en los dos bandos; no sólo está en todas partes (cuando encendemos la luz, cuando abrimos un grifo, cuando enfermamos), sino que también tiene una presencia como idea, como esperanza, como felicidad abstracta, está constantemente metido en nuestra cabeza.

 

Sobre «Lealtades y deslealtades», el último capítulo del libro. Las decepciones que se van acumulando son las que van minando poco a poco las ilusiones y provocan la desunión. ¿No queda otra alternativa a la ruptura más que el autoengaño?

Ese capítulo tiene algunos momentos anticlimáticos, pero creo que no se autoengañan mucho, se separan con los ojos bien abiertos. Dicen adiós a la posibilidad de preservar la amistan en grupo, pero en puridad el desenlace cronológico de la novela está en el capítulo cuarto y, por lo que se puede vislumbrar allí, sus vidas han tenido sus buenos momentos. Creo que en el libro hay una fuerte oposición a la idea de que renunciar o desatender una vocación tenga que originar un trauma; mucha gente cambia de ideas y gustos y llega a acuerdos caballerosos con sus viejos objetivos. Y creo que también el narrador pone muchos reparos a que tengamos que sentirmos mal por decepcionar a otras personas: a menudo sólo decepcionamos a las ideas fantasiosas que otros tienen de nosotros, de las que no somos responsables.

 

La madurez y la resignación ante el paso del tiempo parecen ir unidas como idea que circula por todo el relato. Me preguntaba: ¿por qué la resignación? ¿Resignación al modo en que la describe Clotilde Harrington («artista del chismorreo» según Harry), cuando habla de Dyskleia: «Es una página en blanco en el libro de la historia, un vacío en la memoria… lo que el aire no atrapa… lo intrascendente, lo insignificante, todo lo que puede intercambiarse, tú y yo y la única clase de personas que vamos a conocer tú y yo»?

Desde luego, al paso del tiempo y a que la vida de los demás y la propia se acaban no cabe sino resignarse. También es verdad que la mayoría de nosotros no tardaremos en ser olvidados cuando nos hayamos ido. Esto es así, y cada uno lo lleva como puede. Pero no creo que la edad conlleve amargura o resignación. De hecho, el personaje más viejo del libro, Kitty, dice que «el corazón siempre está empezando», y le pide al narrador que no se vaya todavía, que se quede un poco más, que siempre es temprano en el mundo, que quedan millones de años por pasar, aunque no sean para nosotros.