EL PEZ RAYA: EL MAR ENTRA EN LA LAGUNA SAGRADA

Eufonía de los nombres costeños. Túcume, en Chiclayo, departamento de Lambayeque, tiene arenales y tierras blanquecinas. Arbustos espinosos, claror abrumadoramente seco, chacras de algodón que perfilan los caminos. La costa del norte peruano adquiere allí un cariz particular.

Túcume es un sitio arqueológico hecho de numerosas pirámides o huacas de adobe. El paisaje es el de un conjunto de montículos arenosos como termiteros carcomidos de superficie rugosa, un entorno vistosamente árido, devastado y libre de vegetación, con estribaciones, poblado en sus límites por árboles de huarango que, en esta región desértica de la costa norte peruana, no reciben este nombre sino el de algarrobos.

En el centro de Túcume se yergue una estructura rocosa y baja llamada cerro Purgatorio o cerro Raya. Estriado, ajado, de un marrón claro polvoriento, pareciera una excrecencia de la propia tierra y trasluce una impresión extraña en el observador, como un temor o cierto atisbo de vida latente. En la época precolombina, al cerro lo rodeaba el asentamiento de Túcume, que era uno de los centros ceremoniales y administrativos de la cultura sicán o lambayeque, del siglo xi de nuestra era. Túcume fue anexionado sucesivamente por el reino chimú y el Imperio incaico, manteniéndose vigente hasta la época de la Conquista española. Hoy, el áspero cerro parece ser un sitio ceremonial al que ascienden los maestros ceremoniales de la región.

Durante el fenómeno de El Niño de 1997-1998, el antropólogo e historiador peruano Luis Millones tuvo la oportunidad de visitar el lugar. Describe: «Nos llamó la atención la frecuencia con que recibía visitas nocturnas el cerro Purgatorio, que también se denomina La Raya. Descubrimos, entonces, que este último nombre se refiere al pez marino, cuya figura aparece muchas veces en los murales de Chan Chan, y en la mayoría de espacios decorados de los monumentos precolombinos de la región, aparte de ser motivo de fantásticas piezas cerámicas».[x] El pez raya constituye todavía hoy en la región una de las advocaciones o formas de objetivación animal de las deidades precolombinas vinculadas con el océano –con las corrientes, la fuerza y la fertilidad de la costa peruana–, que por efecto de la evangelización ha sido progresivamente revestida de ciertos atributos del diablo cristiano. Los maestros ceremoniales le explicaron a Millones que «cada vez que hay un Niño, [estos seres] aprovechan para trasladarse con las aguas saladas a un lugar (y el cerro Purgatorio o cerro Raya es el lugar favorito) para instruir y dar indicaciones a sus subordinados». Explica: «Consultamos a uno de los maestros ceremoniales que frecuentábamos en Túcume, y nos explicó que el pez raya (Malacoraja niguerrima, Manta birostris, Manta hamiltoni) es el disfraz habitual del diablo para conversar con los “maleros”, especialistas religiosos que se dedican a hacer el daño para beneficio de sus clientes o para aumentar su prestigio». La deidad se desplaza desde el medio marino hasta la tierra instigada por el fenómeno de El Niño para transmitir su conocimiento iniciático a los maestros aprendices y guiarlos en su desempeño.

Pero, según los testimonios, el pez raya arribaba a una zona específica del cerro. Millones documentó que El Niño de 1997-1998 había afectado el paisaje desértico circundante, alterando la insidiosa aridez: «Las lluvias y desbordes marinos habían formado pequeñas lagunas en torno a las construcciones precolombinas»,[xi] y una laguna mayor en las proximidades del cerro Purgatorio. Se decía que la raya arribaba a esta laguna como un «demonio», en realidad, deidad oceánica de la mitología local. Encarnación en sí misma del agua marina en las condiciones devastadoras del fenómeno de El Niño, se afirma que allí «conversa e instruye a los curanderos que tienen relación con él».[xii] La deidad del agua destructora transmite secretos para ejercer el «daño» a los maleros. Una suerte de pulsión del mar en la tierra, desbocado.

Significativamente, Túcume pareciera mantener cierto vínculo con el fenómeno de El Niño. Millones señala que uno de los primeros fenómenos de El Niño de magnitud catastrófica que se registra en los archivos –el del año de 1578– pudo ser precisamente aquel que destruyó el antiguo asentamiento de Túcume.[xiii] Hoy el pez raya mitológico, que arriba desde el mar impelido por las fuerzas devastadoras, cargado de conocimientos esotéricos, se alberga en la laguna del cerro como hospedado en un santuario de arena. La asociación de Túcume con las consecuencias devastadoras de la temida aparición de la contracorriente del Niño en la costa norte peruana pareciera ser bastante antigua.

La costa peruana actual parece contener una fuerza soterrada que se manifiesta periódicamente en las inundaciones y lluvias torrenciales, suscitando resonancias mitológicas y rituales, sacando a flote un discurso latente que incluye en su concreción a «brujos», «diablos» y «maleros», «serpientes» y «peces ponzoñosos». Esa costa soleada de amplios arenales, de una quietud prístina, armoniosa y edificante para el espíritu, como canta muchas veces la narrativa peruana, ¿sacaría su estático embrujo de lo que no es evidente, suerte de pulsión dionisiaca albergada en sus raíces?

DESLUMBRES DE SOL

Hay novelas peruanas que presentan la costa en agudo contraste con el ambiente atribuido a los Andes. Esta oposición entre Sierra –opresiva, asfixiante, claustrofóbica– y Costa –risueña, soleada, abierta…, liberadora– se aprecia tal vez de forma paradigmática en la novela Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa. Allí la estructura narrativa se construye a partir de la contraposición de dos mundos: serrano y costeño. Surgen en contrapunto, y la aparición periódica del ambiente soleado de Piura, como escape a la aspereza serrana donde oscilan la presión mitológica y el terrorismo, abre una liberación en el lector antes de devolverlo, refrescado pero de golpe, de nuevo a los Andes.[xiv] Cabría plantearse si refleja aquí Vargas Llosa una inquietud o sensibilidad más extendida y latente en la concepción creadora de ciertos escritores peruanos.

Distinta de Lituma en los Andes surge Crónica de San Gabriel, donde Ribeyro plasma este contraste como una suerte de eclosión psíquica –la Costa– que irrumpe como fuerza liberadora en el párrafo final, de tres líneas, de la novela: «Sólo cuando pasamos por las minas de Quiruvilca y el camión comenzó a descender –escribe–, me di cuenta de que nos acercábamos a la costa. Entonces ya no pensé en otra cosa que en el mar, en sus vastas playas desiertas que las aguas mordían a dentelladas lentas y espumosas».[xv] Significativa manera de cerrar una novela cuyos personajes andinos son rubricados con la siguiente sentencia: «Eran muy pocos los que hablaban español y ninguno había visto jamás el mar».[xvi]

¿El mar, la costa, el sol? ¿Hay un deslumbramiento ahí, un llenarse de la fuerza reverberante de la Costa-Sol? Un día perdido en el diario de Ribeyro, el 13 de abril del 58, aparece éste terminando de copiar en la ciudad alemana de Fráncfort uno de sus cuentos de ambientación claramente costeña: «Los huaqueros». De manera quizá inconsciente pero con fuerza reveladora, Ribeyro está en ese momento embriagado o cegado por ese sol de la costa, metonimia no sólo de los reverberantes desiertos peruanos sino de su propia autoconciencia de extranjero y de lo que es para él su país visto en la distancia: «Yo me pregunto: ¿qué relación hay entre mi cuento “Los huaqueros” que acabo de copiar y esta espléndida mañana primaveral de Fráncfort? Por la ventana veo a mujeres que no hablan mi lengua, que no comprenden mis reclusiones y que sacuden, apoyados en los alféizares, alfombras y colchones. Espiritualmente nos separan miles de kilómetros. Yo mismo me siento ausente, animal americano y extraño, recibiendo un sol ajeno, mi memoria muy lejos, allá, sobre las arenas peruanas».[xvii]

 

[i] Szyszlo (2016).

[ii] Ribeyro (2010, 871-899).

[iii] Vargas Llosa (1977).

[iv] Vargas Llosa (1986).

[v] Tomado de Acta Naturalis Scientia, https://actanaturalisscientia.blogspot.com.es/2014/08/muestras-marinas-de-linea-de-varado.html (Consulta del 24-12-2016)

[vi] Gündüz (2001).

[vii] Beresford-Jones (2011).

[viii] Otto (1980 [1917]).

[ix] Divergen los detalles dependiendo de las versiones: en unas interviene el demonio como conocedor del futuro secreto del Perú, que quieren saber las brujas; en otras la bruja de Cachiche es perseguida para ser sacrificada y se encarama en el tallo matriz de la palmera desde donde profiere la maldición…

[x] Millones (2013, 72).

[xi] Millones (2013, 72).

[xii] Millones (2010, 170).

[xiii] Millones (2010, 170).

[xiv] Vargas Llosa (2010 [1993]).

[xv] Ribeyro (2014, 210).

[xvi] Ribeyro (2014, 86).

[xvii] Ribeyro (2015 [2003], 180-181).

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BIBLIOGRAFÍA
· Beresford-Jones, David. The Lost Woodlands of Ancient Nasca: a Case-Study in Ecological and Cultural Collapse, Oxford University Press, Nueva York, 2011.
· Gündüz, Réna. El mundo ceremonial de los huaqueros, Universidad Ricardo Palma, Editorial Universitaria, Lima, 2001.
· Millones, Luis. «Al Infierno en mototaxi», en Luis Millones, Voces del limbo y del infierno en territorio andino, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, México, 2010, 168-170.
· Millones, Luis. Divinidades bajo las aguas, Apus Graph, Lima, 2013.
· Otto, Rudolf. Lo santo: lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Alianza, Madrid, 1980 [1917].

· Ribeyro, Julio Ramón. La tentación del fracaso: diario personal (1950-1978), Seix Barral, Lima, 2015 [2003].
–. Crónica de San Gabriel, Editorial Pesopluma, Lima, 2014 [1960].
–. «La casa en la playa», en La palabra del mudo, Seix Barral, Barcelona, 2010 [1992], 871-899.
· Szyszlo, Fernando de. La vida sin dueño, Alfaguara, Lima, 2016.
· Vargas Llosa, Mario. La tía Julia y el escribidor, Seix Barral, Barcelona, 1977.
–. ¿Quién mató a Palomino Molero?, Seix Barral, Barcelona, 1986.
–. Lituma en los Andes, Planeta, México, 2010 [1993].

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