La idea de arte encontrado es habitual en la obra de Vicente Rojo, tal vez porque es más acorde con su discreción y su rechazo del culto a la personalidad pensar que el artista puede hallar o dar con respuestas existentes que no crear desde cero el mensaje o la palabra buscados. La observación del mundo y las manifestaciones artísticas nutren las imágenes de su pensamiento. En su serie Escenarios, que llevó a cabo desde principios de los años noventa hasta 2007, sobre la que afirmó que era un «repaso de mis series anteriores y una suma de las mismas», incluyó un conjunto de códices enterrados y códices encontrados: «A este último grupo lo llamé Escenarios secretos. Partí de la idea o de la fantasía de que los antiguos mexicanos, ante la llegada de los conquistadores, ocultaron sus libros y espejos sagrados con el fin de protegerlos».[11] Libros, espejos y primitivismo son conceptos que han estado muy presentes a lo largo de toda la producción y la práctica artística de Vicente Rojo. En sus últimas obras vuelven a estarlo, con una fuerza renovada. Si, como él mismo afirma, todas las piezas de la misma serie mantienen un diálogo en el que la evolución de cada una de ellas determina el desarrollo de las demás, en constante «suma y repaso», no es de extrañar que cada una de las series acabe resultando un nuevo avance en una trayectoria subyugante por, entre otros motivos, la firme coherencia que la dirige. Es decir, con cada nueva serie o conjunto de obras, Vicente Rojo lleva su indagación a un estadio superior, en el que cada paso previo es absolutamente identificable porque no es sino el peldaño que permite la elevación. Hay muchas culminaciones en la trayectoria de este genial artista, su último conjunto de obras presentado vuelve a serlo en un estadio más alto.

En las obras de su Abecedario no sólo se identifican las señales dejadas por series anteriores, como los códices mencionados, su México bajo la lluvia, las pirámides, los volcanes o los escenarios plateados: estamos ante una síntesis que nos presenta y nos lleva a la esencia de los descubrimientos del artista. Paradójicamente, con este nuevo avance se retrocede para recuperar lo más elemental. La mirada vuelve a un punto que Vicente Rojo jamás ha perdido de vista: el origen, el primitivismo, «los antiguos mexicanos» de los que habla. En su evolución, parece haber encontrado los códices ocultos: la cuadrícula y las líneas vuelven a estar presentes para evocarnos los mensajes antiguos que hemos olvidado o que en algún momento alguien olvidó legarnos. Y la pintura sigue convirtiéndose en materia, en tierra, en el suelo que pisamos o la arcilla de la que otras leyendas afirman que estamos hechos. De todo eso nos habla Vicente Rojo. Y, en el centro de la cuadrícula, el símbolo o letra que por fin adquiere su protagonismo. Es cierto que han perdido las dimensiones monumentales que habían ganado en su serie anterior, Casa de letras, pero conservan la magnificencia que les otorga el ser continente de mensajes arcanos, a la vez que transmisores de verdades reveladoras. En el centro del códice encontrado en la materia, en la tierra, la letra como signo aparece también como cerradura de una puerta que franquea un secreto propio de una leyenda ancestral. Si somos capaces de descifrar el símbolo, la puerta se abrirá para traspasar a esa otra dimensión en el que el pensamiento y la imaginación no son sino una forma más de experiencia.

En algunas de las obras del Abecedario se representa la materia como tierra que ha escondido los códices sagrados, en otras ocasiones, las pinturas contienen mensajes muy similares, pero la presencia del plateado las transforma en superficies que evocan espejos. Nuevamente, otro símbolo muy presente en el imaginario —entendido como recopilación de imágenes— del artista. Ha desaparecido el color, aunque sigue estando la riqueza cromática, así como la fuerza de la pintura y de la materia que transforma la pieza en casi una escultura.

Convertido en emisario de un mensaje que llega desde muy lejos en el tiempo, Vicente Rojo pone ante el observador un espejo en el que ya no se trata de verse uno mismo, sino que hay que aprender a ver los mensajes que ya están inscritos y en los que sólo somos un signo más.

El espejo que no muestra el retrato de quien mira se relaciona directamente con el Autorretrato del artista. Son obras que coinciden en el tiempo y en algunos rasgos de su composición. Los renglones en los que se ordena la escritura los convierte en códices, si bien en el Autorretrato toda la función representativa recae en los objetos seleccionados, mientras que en las pinturas del Abecedario todo el significado se concentra en la letra como símbolo omnipotente, capaz también de dar significado a la materia sobre la que se alza.

En esa acumulación de significados se recupera el mensaje primitivo y se mantiene vivo el pensamiento, el universo no deja de ampliar sus fronteras y es posible dar con algunas respuestas de las muchas que siempre se están buscando o incluso de aquellas a las que ni siquiera habíamos dado forma de interrogación: la revelación. Introducirse en este territorio que Vicente Rojo no deja de ampliar puede resultar una buena estrategia para estar a salvo del pensamiento único o los dogmas que con frecuencia intentan imponer agentes de intereses amenazantemente oscuros, por encontrarse tan lejanos de esos orígenes a los que siempre dirigió la mirada el genial artista mexicano.

 

[1] Federico Álvarez, «Vicente Rojo: pintar la escritura», en Vicente Rojo Escrito/Pintado, México D. F., El Colegio Nacional/Museo Universitario de Arte Contemporáneo/Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, 2015, pp. 194-202.

[2] Vicente Rojo, Diario abierto, México D. F., Era/El Colegio Nacional/Universidad Autónoma de Nuevo León, 2013, p. 17.

[3] Carlos Monsiváis, «De las maestrías de Vicente Rojo», en Vicente Rojo, Diseño gráfico, México D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Era, 1996 (2.ª ed.; 1.ª: 1990), p. 10.

[4] Cuauhtémoc Medina y Amanda de la Garza, «Escrito/Pintado: Vicente Rojo como agente múltiple», en Vicente Rojo. Escrito/Pintado, cit., p. 24.

[5] Vicente Rojo, Diario abierto, cit., p. 18.

[6] Ibídem, p. 17.

[7] Ibídem, p. 33.

[8] Ibídem, p. 73.

[9] Ibídem, p. 22.

[10] Ibídem, p. 19.

[11] Vicente Rojo, Puntos suspensivos. Escenas de un autorretrato, México D. F., Era/Colegio Nacional de México, 2010, p. 199.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]