Segura de sí misma, reconoce que sus puntos de vista, influenciados sin duda por la ideología librepensadora de su madre, no son los que cabe esperar en una joven convencional. El examen de sus propias opiniones, «modificables por su propio esfuerzo en la constante indagación de la verdad», le ha llevado a ignorar las ajenas, «casi siempre parciales y apasionadas»; por eso, añade, al «dejar de cambiar impresiones e ideas con los demás, he acabado, sin deliberado propósito, por pensar por mi cuenta»; y aunque argüirá que «posible es que no esté V. conforme con este mi revolucionario modo de pensar, pero no le hace; no reñiremos por eso», reivindicará orgullosamente la genuinidad de sus pensamientos, aquellos «que al menos, son espontáneos, [au]daces y muy míos» (01/04/1904).
También nos informa Matilde Ras sobre su infancia y lo que cabe considerarse como sus antecedentes literarios:
Le diré por qué escribíamos mi hermano y yo a [los] dieciséis años. Cuando fuimos a Madrid, apenas conocíamos a nadie, pero luego, no sé cómo, con las nuevas relaciones, todo en torno nuestro se volvía arte. Los amigos eran poetas y pintores; fuera de nuestras clases íbamos a veces diariamente al Museo del Prado y al de Reproducciones a copiar yesos o a ver sencillamente. Al mismo tiempo que iba a pasar a casa toda novedad literaria, aprendíamos francés con Racine y Molière, y nos volvíamos locos con aquellos poetas colosales de la época gloriosa del romanticismo francés: V. Hugo u (sic.) Musset; entretanto, mi madre nos atracaba de nuestros clásicos para que ilusionados con otro idioma no convirtiéramos el nuestro en galiparla. Como la adolescencia es, de todas las edades, la más imitadora, porque es cuando se despiertan las actividades y las energías sin reflexión, naturalmente, nuestras aficiones se inclinaban a lo que veíamos alrededor nuestro.
Sólo sabíamos hablar de libros a la edad en que los demás sólo saben hablar de amores: y acaso nos equivocábamos por no tener en cuenta la verdadera, profunda y hermosa reflexión del gran Goethe que tanto admirábamos ya de niños, «Toda teoría es tan árida y seca como verde y lozano es el árbol de la vida». Más tarde mi hermano escribió de nuevo, pero ya era otra cosa. Defendía sus ideales con la pluma como en otro tiempo se defendían con la espada.
El centro en que vivíamos, tan artista y tan simpático, quería convertirse en centro político, pero mi mamá cerró la puerta y cesó para mí toda influencia extraña, mientras mi hermano la encontraba fuera, ardiente y fuerte (27/07/1904).
Perfila a su vez los niveles de arraigo que el individuo establece con su espacio vital. En tal sentido, diferencia la antinomia urbe/ciudad, vía por la cual se concede pensar sobre sensibilidades rurales y urbanas:
[…] los habitantes de las ciudades no podemos tener el apego del terruño que tienen los rurales; nos ligan los afectos, el idioma, la costumbre, pero la urbe es demasiado grande para hacerse amar, y demasiado semejante a las demás ciudades. Carácter peculiar lo tiene en todos sus rincones la naturaleza, pero las obras de los hombres, como los panales de las abejas, se parecen entre sí (11/09/1904).
Ante su vuelta a Madrid, tras una estancia en Cataluña, reitera su invariable afán de alcanzar la felicidad, si bien añade que lo sensato, cuando se pierde la esperanza y se quiere conservar la paz moral, es moderar los deseos:
No creo haber venido mujer nueva, he ganado, con mi estancia en esa, algunos afectos y algunos conocimientos y me los he traído muy satisfecha de su adquisición, pero yo siempre la misma, el mismo arraigado anhelo de felicidad y una serena esperanza —que casi era la felicidad misma— de alcanzarla.
[…] Reduce tus deseos; el más rico es aquél que tiene menos necesidades. Y no es lo malo que se haya querido cerrar en esta fórmula el problema resuelto de la dicha sino hasta el de la moral. Horrible sistema negativo que pudiera llevarnos a envidiar a una piedra como perfecto tipo de la educación de aspiraciones. ¿No encuentra V. por el contrario que la mayor intensidad de todo goce está en desear y conseguir? Claro está que al convencerse de la imposibilidad de la segunda parte, preferible es conformarse como el que deja de golpear una puerta cuando ve que decididamente no abren. Así se hace, pero perder el deseo es perder las alas y quedarse mirando la altura como cosa inaccesible (20/10/1904).
Haciendo alarde de su falta de dogmatismo, su reconocimiento de que valora más «el amor que el amor propio», no le impide ver con realismo la dificultad que supone la carencia de unas condiciones externas favorables para el desarrollo de sus cualidades:
Por este escepticismo mío precisamente, que recibe con alegría lo que le dan, pero no rabia por lo que le niegan, es por lo que me sorprende y alegra el afectuoso interés que me demuestra. […] Lo que V. dice de la poesía puede aplicarse a la alegría también; lo que no está dentro de nosotros no lo encontraremos fuera tampoco. […] Pero, aun cuando en que yo convenga en que los elementos esenciales de la dicha, están en nosotros, y que por ahora yo los reúna, como son, un carácter apto para la dicha, relativa salud, energías morales y algunos otros requerimientos de espíritu, ¿me negará V. que si para ver hacen falta, no sólo la vista sino la luz, también para estar de buen talante, son precisas algunas circunstancias externas? Empleo mis actividades en una esfera que no es de mi gusto y me resulta triste hacer un gran esfuerzo para un pequeño resultado. Aplique V. su energía a otras cosas, me dirá V. ¿Y si no puedo? (05/06/1905).
Atendiendo a cuestiones menos íntimas como dinero y solvencia económica, en doble clave universal y privada, podemos leerle juicios como los siguientes:
Así es nuestra sociedad —y acaso las anteriores— que hace del dinero una religión en cuyo altar se sacrifica todo. Yo le doy importancia enorme al dinero; pero en tanto que me procure dicha y no que me la quite (05/06/1905).
De la lectura de todas sus obras he deducido que hay en V. un arraigado espiritualismo y si esto es así, encarándonos con lo eterno, sabemos no hacer caso de la carrera vertiginosa de los días; no debe ser avaro el millonario de unos céntimos y aun no es buena comparación porque el más rico tiene un capital limitado y, por tanto, que puede agotarse, pero, con la inmortalidad por delante, nuestro tiempo no se agotaría jamás. Si yo tuviera una seguridad completa de lo que sólo tengo una esperanza, le aseguro que puestos los ojos en aquel hermoso y lejano porvenir que algún día habría de ser presente, me vería envejecer como ahora veo gastarse mis vestidos en la seguridad que han de ser renovados (01/01/1906).
La gravedad de sus problemas económicos le impide dar mayor trascendencia a sus fracasos: «¡Humano pasaje el bíblico donde Jacob vende su progenitura por un plato de lentejas! Yo daría lo que he escrito, aunque no valiese tan poco, no a la publicidad sino a las llamas, si de algo me valiera» (19.04.09).
En otras tantas misivas, Matilde Ras perfila y matiza rasgos diversos de su persona y sensibilidad. Puede mostrar confianza en sus criterios e ideales artísticos y en su carácter, al tiempo que no deja de estar exenta de dudas sobre la propia valía personal, casi siempre poseedora de la constancia, pero, a la postre y mediante un juicio cervantino, declara asumirse tal y como es:
[…] es quizá frecuente imaginar que se posee una actitud positiva, aunque de difícil concreción y que esfuerzos reiterados podrán dar plasticidad a la idea, forma visible… No sé si me explico claramente, pero sé que V. lo entenderá (20/02/1909).
He cambiado mucho, amiga mía, de algunos años acá (y casi todo el cambio en mal, que es lo más grave) pero hay algo inalterable en mí hasta ahora: es mi cordialidad (03/03/1909).
[…] hija más perfectamente inútil no he conocido, no sirvo sino para ocasionarle [a su madre] gastos y desazones (19/04/1909).
[…] cuando le estoy escribiendo me parece que hablo con V. y vuelco el caudal de mi espontaneidad sobre el papel; recuerdo que esto le agradaba a V. de mí y me lanzo sin escrúpulos; no seré sectaria porque me encuentro demasiado pequeña, porque no tengo ideales fijos, porque en lugar de guiar necesito que me guíen, ¡no puedo ni debo tener la pretensión de destruir ni edificar nada; ya ni en mí misma; en otro tiempo; no sabe V. el cuidado que yo ponía en corregirme de los defectos que me conocía! Pero ahora… Creo, como Sancho Panza, que cada cual es como Dios lo ha hecho y aun peor, así que me dejo de enmiendas para mí y con más motivo para los demás (27/06/1909).
Vd. sabe —o imagina— que soy realmente sensible a las bellezas de la naturaleza (06/09/1919).
Tampoco ideológicamente, tanto acerca de soluciones políticas coetáneas como sobre la condición femenina, dejará de expresarse Matilde Ras:
Muy moderna no sé si soy, pero muy liberal sí, tanto que rayaría en acracia si no creyese que la libertad absoluta atropellaría y patearía muchas libertades relativas, de igual modo que aun a aquellos a quien más nos molesta la palabra prohibición… «Por eso la palabra autonomía no me asusta ni veo que aquí asuste a nadie; lo de separatismo es otra cosa, pero aun esto último, si el pueblo lo quería, holgara yo que se le concediera, a causa de este liberalismo que digo. Ya sabe V. que no entiendo de política, pero una República federal imagino que satisfaría bien esas aspiraciones nacionales y regionales (27/11/1918).
Acerca de lo segundo, aprecia que, entre las múltiples cosas que la civilización no ha sabido resolver, se encuentran «[…] las relaciones entre los sexos —asunto pavoroso—» (06/01/1920). A propósito del feminismo, contrastando el perfil de la población femenina española con la inglesa a partir de las relaciones de pareja y cuestionándose la concesión del voto a la mujer, Matilde Ras coincide con el masculino recelo parlamentariamente presentado en 1931 en torno a las reclamaciones de Clara Campoamor: «Si estuviese en mi mano conceder el sufragio a las españolas, no se lo daría porque mal andamos, pero andaríamos peor, pues tras de cada mujer mandaría un cura y puede que a vuelta de unos años se quemasen herejes en la plaza», Deus nos en guard! (s.f.; ¿1917 por ref. en el texto?).
En otro régimen de cosas y mirándose en la escritura y en la vida literaria, por ejemplo, varias veces se refiera la joven autora a la dificultad de escribir en papel rayado, como cuando, a la vez que se revela como la grafóloga que ya era para esas fechas, expresa: «[…] no puedo menos que notar este involuntario signo gráfico de mi carácter: no poder someterme a las rayas trazadas: independencia, acaso más intelectual que de otro género: procuro acomodarme al principio y luego me exaspero y no puedo» (12/1904/19). Mientras tanto y al escribir sobre las celebraciones con motivo del aniversario del Quijote, confiesa la poca gracia que le hacen las muchedumbres y los falsos alardes de la vida literaria:
[…] he visto por acá muchos paisanos suyos muy galanes con barretinas coloradas; y he ahí todas las impresiones del Centenario, porque como no puedo sufrir —siempre me ha sacado de quicio— el contacto de las muchedumbres, buenas, a lo sumo, para vistas desde una buena altura, no he querido ir a ningún sitio.
Si Cervantes vive y le da algo de lo que ocurre por este rancio planetilla, agradecerá más de fijo el callado homenaje de los que conocemos, admiramos y nos deleitamos desde chicos con su libro inmortal, que el alboroto de las multitudes que acuden a las farándulas con el mismo gusto que irían a verlas si se hicieran en honor de Perico el de los Palotes (09/05/1905).
Cercanos al colofón de este recorrido cronológico y temático que nos ha acercado a la voz escrita de quien ha hecho suyo el horizonte literario como campo de realización biográfica, contemos con el asunto del pseudónimo por igual tratado epistolarmente. Matilde Ras, que con variantes usa en las entradas de sus cartas el término «amiga», no desestima el empleo del pseudónimo masculinizante de la maestra interlocutora, casi siempre cuando atiende a cuestiones de autoría literaria o en las dedicatorias de las obras propias que le hace llegar. Parece haber asumido el mantenimiento que Caterina Albert i Paradís, rápidamente descubierta, hiciera del pseudónimo para separar vidas pública y literaria a lo largo de su longeva existencia. Lo que nos va a resultar significativo en estas páginas para acercarnos al definitivo afianzamiento autorial de la joven escritora es que, habiendo intercambiado con Víctor Català pareceres y opciones para hacerse con un pseudónimos propio, Matilde Ras (03/03/1909; 19/06/1909; 27/06/1910), ante la posibilidad de la edición barcelonesa de uno de sus primeros textos, indicará a Caterina Albert i Paradís, a «Mi querida amiga» y no a Víctor Català, la que será su opción definitiva: «Por razones que ahora sería largo explicarle, preferiría, si la casa Maucci acepta, poner, en lugar del seudónimo, M. Ras» (01/06/1910).
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[1] El primer material que se ha localizado en prensa firmado por la autora es el anuncio de su «Consultorio Grafológico» en Por esos mundos (01/10/1911) y, en esa misma revista, dos artículos («Las canciones de corro», julio, 1912, págs. 113-116, y «La escritura de las naciones y la de los hombres célebres», marzo, 1913, págs. 335-336). Al poco tiempo, sus contestaciones al consultorio ocupaban tres páginas de la revista (vid. Madrenas, Navas, Ribera, 2007-2008: 112-113, 114-116 y Fraga, 2013: 51-52).
[2] Sumamos un total de cincuenta y tres cartas como documentos de trabajo.
[3] No sabemos si estos artículos se llegaron a publicar, en todo caso su notificación es bastante anterior a la de las primeras colaboraciones que, de acuerdo con la nota 1, tenemos localizadas. Podrían tratarse de borradores.
[4] Cabe suponer que se trata de la novela Donde se bifurca el sendero, publicada primero por entregas en la revista Estvdio durante 1913 y ese mismo año como un volumen (Barcelona, Casa Editorial Estudio) de acuerdo con lo informado en el apartado primero de estas páginas. Precisamente este texto tiene como escenario un pueblo situado en las inmediaciones de Bohoyo, ambos situados en la provincia de Ávila, al pie de la sierra de Gredos. En la pequeña localidad de Bohoyo, y por motivos de ajustes económicos, Matilde Ras, en compañía de su madre, pasó largas temporadas.
[5] Pocas líneas antes, Matile Ras opinaba que, en el viciado mundo de las letras madrileñas, «un nombre femenino es un reclamo editorial».
[6] Es posible que se trate de la novela Quimerania (bastante más larga que la primera de las suyas). Fue publicada igualmente por la Casa Editorial Estudio en 1917.
[7] Las referencias a los señores de Bartomeu Granell son contantes en la correspondencia de estos primeros años; seguramente se trata de Josep Bartomeu y Teresa Granell, el primero hermano de Antònia Bartomeu i Baró, de Reus, gran admiradora de Víctor Català, que acostumbraba a pasar largas temporadas en L’Escala.
[8] Aunque no hemos podido saber si se trata de las obras aquí aludidas, dos de sus dramas fueron recogidos en el volumen Teatro de mujeres (Cristobal de Castro, Madrid, M. Aguilar, 1934): El amo y Taller del Pierrot, que llegó a ser representada en Chile y en Panamá (Heraldo de Madrid, 01/04/1935, p. 9). Más tarde escribiría el drama en un acto Al paso del semidiós. Según informa M. Laffitte (1964: 244), Matilde Ras escribió un guión cinematográfico inédito: Yolanda. Anteriormente y en colaboración con Cecilio de Valcarcel, había escrito otro guión, Un amor en la Alhambra, y la adaptación teatral del El príncipe Tatachín (escrito primero como guion cinematográfico).
[9] En la carta del 16/19/1920, Matilde Ras se disculpa de las erratas que aparecen en la reseña como la de referirse a su maestra como autora y no como autor, tal como «creo que debe hacer cualquier crítico escrupuloso». Pero, como afirma más adelante: «He puesto tanto amor, y hasta quizá tanta comprensión, y perdóneme esta palabra orgullosa, que estoy segura de su indulgencia».
[10] Las referencias eruditas en estas cartas son abundantes. La joven Matilde Ras demuestra lo amplio de su conocimiento y lo incisivo de su memoria, desde los clásicos grecolatinos hasta los poetas contemporáneos, pasando por los autores románticos alemanes y franceses.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]