¿Por dónde comienza la reconstrucción de lo sagrado personal, la recuperación de la unidad originaria, del sentido de la «vida de las cosas»? Indudablemente por la construcción de una identidad. Cuando se le preguntaba insistentemente a Jaime en los años ochenta por la razón que lo había llevado a dejar de escribir, o si escribía o no, siempre respondía del mismo modo: «Mi poesía fue el resultado de la invención de una identidad, y una vez que esa identidad está asumida no hay nada que te excite menos la imaginación que lo que tú eres. Si ya he asumido esa identidad que inventé, y esa identidad inventada se ha convertido en la mía propia, hablar de eso ya no precisa imaginación, y, por lo tanto, no necesito escribir poemas»[i].

 

¿Cuál era la identidad que Jaime Gil de Biedma se inventó para sí mismo? Recordemos que al comienzo de este trabajo dijimos que Gil de Biedma intentaba reducir una teoría general, la teoría de la poesía de la experiencia de Langbaum, sirviéndose de ella, al caso particular de su trayectoria personal, es decir, de su construcción, la invención de sí mismo como «el poeta Jaime Gil de Biedma». En este sentido es muy significativa también la conversación que sostuvo con Carmen Riera en 1987; a la pregunta de que si lo que parece ser el centro temático de su obra es la invención de una realidad (pregunta que llevaba la respuesta implícita porque años antes Gil de Biedma había afirmado taxativamente que sólo existían dos temas en su obra: el paso del tiempo y él mismo)[ii], Jaime responde con una especie de primer itinerario en la invención de esa identidad en el que el libro de Robert Langbaum parece decisivo:

«Allá por el año 1956, yo tenía la costumbre, después de un día de mucho trabajo en la oficina, de sentarme a la máquina y hacer algo de escritura automática para vaciarme; de esos ejercicios hay dos que se convirtieron en poema: uno es “Aunque sea un instante”[iii] y otro es “Idilio en el café”[iv]. […] Un año más tarde, leí el libro de Langbaum y lo vi mucho más claro. El personaje que hablaba en mis poemas durante casi todo el tiempo que yo escribía era un personaje afín a mí […]. Ahora, la identificación de ese personaje clave en mis poemas conmigo mismo yo creo que se empieza a producir con “Ribera de los alisos”, continúa con “Pandémica y celeste” y ya se cierra con un bucle al escribir “Contra Jaime Gil de Biedma” y “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”». [v]

 

Como señalaba en ese artículo de juventud que citábamos al comienzo, Gil de Biedma busca en la infancia y la adolescencia, en la edad anterior a la racionalidad dieciochesca, ese mundo firme, unitario, seguro, esa referencia de seguridad. Son los años en los que Gil de Biedma se da cuenta de que la poesía puede ser una mediación, que se pueden lograr con ella determinados efectos y que esa constatación es «una afirmación de uno mismo y una forma de crearse una identidad»[vi]. Son los años también de poemas como el poema vii de «Las afueras», como «Noches del mes de Junio», «Infancia y confesiones», etcétera, hasta llegar a la madurez de «Ribera de los alisos». Pero como ya dijimos también anteriormente, todo intento de formular valores duraderos inamovibles tiene que enfrentarse con las cosas de la vida que no son ni duraderas ni inamovibles, por ejemplo el amor, como ya hemos visto que ocurría en «Pándemica y Celeste» («Para saber de amor, para aprenderle, / haber estado solo es necesario. / Y es necesario en cuatrocientas noches / –con cuatrocientos cuerpos diferentes– / haber hecho el amor. Que sus misterios, / como dijo el poeta, son del alma, / pero un cuerpo es el libro en que se leen») y que, por el contrario, nos obligan a analizar, a juzgar, de un modo siempre problemático. La crisis, en definitiva, una crisis quizá tardía, pero que Gil de Biedma escenifica con la fuerza de un adolescente en los poemas contra sí mismo en los «poemas póstumos». Y más tarde, el único argumento de la historia, el final inexorable.

Y, en fin, para concluir estas reflexiones sobre la lectura que Jaime Gil de Biedma hizo de Robert Langbaum, dos nuevas citas. Una primera del profesor estadounidense:

«…La poesía de la experiencia puede entenderse como el instrumento de una era que debe aventurar una literatura sin significados objetivamente verificables –una literatura que se vuelve sobre sí misma generando sus valores propios sólo para disolverlos en la eventualidad de un juicio, transformándolos en material biográfico, manifestaciones de una vida que, como tal, buscará su propia justificación»[vii].

 

Y otra de Jaime Gil de Biedma:

«En el momento de la crisis, que fue una crisis de identidad, de ponerte en cuestión todo lo que ha sido tu vida desde los dieciocho años, me di cuenta de que el haber hecho poemas que estaban bien no me servía para nada en cuanto a aprecio y estima de mí mismo, que estaba absolutamente en pelota; es decir, perdí la fe en la poesía como actividad que le ayuda a uno mismo a construirse, a llegar a ser; creo que no fue un proceso formulado ni consciente; al cabo de los años me he dado cuenta de eso: que debí decepcionarme mucho de la poesía en aquella crisis»[viii].

NOTAS
1 «Leer poesía, escribir poesía», ed. de Eduardo Maqueda, Madrid, Visor, 2006. Incluido en Poesía y prosa, Madrid, Galaxia Gutenberg, 2010, pp. 1123-1183.
2 Recogido en Poesía y prosa, ob. cit., pp. 529-532.
3 Jiménez Hefferman, J., en «Introducción» a La poesía de la experiencia de Robert Langbaum, Granada, De Guante Blanco / Comares, 1996, p. 18.
4 Ibid., pp. 61-97.
5 Ibid., desde la página 67 a la 83.
6 Ibid., pp. «Con Jaime Gil de Biedma. El lenguaje de la poesía y la conversación», por Santiago Sylvester, en Poesía y prosa, ob. cit., p. 1235.
7 Ibid., pp. 90-95.
8 Núm. 36-37, pp. 6-12, Más tarde sería recogido en El pie de la letra en 1984 y finalmente en Poesía y prosa, ob. cit.
9 Ibid., p. 722.
10 «Como en sí mismo al fin», en 3 Luis Cernuda, AA.VV., Sevilla, Universidad de Sevilla, 1977, pp. 11-33. Incluido más tarde en El pie de la Letra (1984) y finalmente en Poesía y prosa, ob. cit., pp. 804 -820.
11 Ibid., pp.814 y 815.
12 Ibid., p. 808.
13 En «Leer poesía, escribir poesía», en Poesía y prosa, ob. cit., p. 1166.
14 En «Como en sí mismo al fin», ob. cit. p. 815.
15 «Jaime Gil de Biedma o el paso del tiempo» en Campbell, Federico, Infame turba, Barcelona, Lumen, 1971, pp. 243-248. Incluida más tarde en Poesía y prosa, ob. cit., pp. 1184-1197.
16 En «La poesía es una empresa de salvación personal», entrevista de Lola Díaz en Poesía y prosa, ob. cit., pp. 1258 y 1263.
17 Langbaum, Robert, La poesía de la experiencia, ob. cit., pp. 84 y 85.
18 En «La poesía es una empresa de salvación personal», ob. cit., p. 1262.

19 «Jaime Gil de Biedma o el paso del tiempo», ob. cit., pp. 1188 y 1189.
20 Vid. Sanger, Richard, «Jaime Gil de Biedma, poeta moral», en revista Caja del Agua, nº1, Huelva, otoño de 1982, pp. 32-37.
21 Para la influencia de Eliot en este y otros poemas, véase el trabajo de Iona Gruia, Eliot y la escritura del tiempo en la poesía española contemporánea, Madrid, Visor, 2009, especialmente el capítulo 5.
22 «El juego de hacer versos», entrevista de José Batlló publicada en Camp de l’arpa, núm. 100 (junio de 1982), pp. 56-64, incluida en Prosa y poesía, ob. cit., pp. 1263-1279 (1275).
23 En «Jaime Gil de Biedma y el paso del tiempo», ob. cit., pp. 1189. La cita exacta es: «En mi poesía no hay más que dos temas: el paso del tiempo y yo».
24 (Aunque sea un instante, deseamos / descansar. Soñamos con dejarnos. / No sé, pero en cualquier lugar / con tal de que la vida deponga sus espinas…).
25 ([…] Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio / arriba, más arriba, mucho más que las luces / que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados. / Queda también silencio entre nosotros, / silencio / y este beso igual que un largo túnel).
26 En «Escribir fue un engaño. Palabras póstumas del poeta seriamente enfermo», entrevista realizada para televisión por Carmen Riera y Miguel Munárriz en 1987 y publicada en el diario El País póstumamente, el 14 de enero de 1990.
27 En «Memoria, experiencia, poesía» entrevista de Danubio Torres Fierro, realizada en 1980 y publicada en la revista Vuelta, núm. 189, (agosto de 1992), pp. 30-35. Incluida en Poesía y prosa, ob. cit., pp. 1241-1257.
28 Langbaum, Robert, La poesía de la experiencia, ob. cit., p. 362.
29 En «Escribir fue un engaño…», ob. cit., p. 1318.