Las ilustraciones de la novela Ausencias son de dos tipos. El texto incluye hasta veintisiete «retratos» de cámaras fotográficas de época. Es una antología de piezas de una colección particular, pero también tienen una presencia en la acción. La aparición de estos retratos de cámaras en algunos casos está directamente relacionada con lo que leemos. Así, la Ernemann Ermanox y su filmpack son sustanciales como objeto de la acción en el capítulo «El paquete» (pp. 127-131) y como ilustración (p. 132). En otros casos las ilustraciones se justifican por un sentido fetichista, como objetos. Es el caso de la Leica M-3, en opinión de muchos la mejor cámara nunca fabricada (p. 126). Los retratos de cámaras son una variante de la prosopopeya, el atribuir a las cosas inanimadas o abstractas acciones y cualidades propias de los seres animados, o a los seres irracionales las del ser humano.
Por otra parte, más de la mitad de las ilustraciones contenidas en la edición en estuche, «Ausencias. Imágenes para una novela», están relacionadas con la fotografía. Son, de nuevo, cámaras fotográficas o fotógrafos en acción. O bien un Ur-fotógrafo como Goya: «Le recordaron imágenes no menos cruentas de guerras y asesinatos que veía todos los días en la televisión y que había grabado ese fotógrafo adelantado a su tiempo que fue Goya». Las ilustraciones que acompañan el libro, en la versión en caja de coleccionista o libro de artista, se pueden relacionar con los «fotosaurios», fotos sobrepintadas inventadas por Saura. Las ilustraciones ofrecen una selección de los momentos más gráficos de la novela, con un juego complementario de doble sentido. Como ha señalado Antonio Fernández Ferrer, son un homenaje a las ilustraciones de novelas del siglo xix (Julio Verne ilustrado por Léon Benett o Édouard Riou), con esa breve frase que concentra un momento significativo de la acción. Se adivinan dos juegos paralelos: retratos de cámaras, variante de los fotosaurios. Y un doble juego entre ilustración y texto, en un apunte, como si fuera un esbozo para una posible futura película.
Supone también un homenaje a los libros ilustrados. La publicación de The Pickwick Papers, de Charles Dickens, significó una revolución editorial, al convertir el arte en objeto de consumo y ponerlo a disposición de las masas, sin aura, pero con un inmenso text appeal. Lo explicó Umberto Eco cuando se refería a la fundamental semejanza en la estructura de las novelas por entregas (y en sus ilustraciones) que se adaptaban a un gusto popular, produciéndose una relación dialéctica entre demanda del mercado y estructura de la intriga. A principios del siglo xix se produjo un declive en la edición de novelas ilustradas dirigidas a un público adulto, ya que se consideraban poco serias. Con el advenimiento del cine, algunos pensaron que este medio era el más efectivo para ilustrar la ficción.
Kamilla Elliott, experta en la interrelación entre film y literatura, ha llamado la atención sobre el descuido crítico hacia las palabras en el cine. Cada disciplina, literatura y cine, a partir de presiones internas y, en parte, por rivalidad interdisciplinaria, ha defendido una estética ilusoria de una forma, verbalmente o mediante las imágenes, pura. La distinción de novelas y películas en bandos opuestos, palabras e imágenes, contribuye más a oscurecer y falsear el estudio interdisciplinario que a dilucidarlo. La paradoja interdisciplinaria que al mismo tiempo opone y conecta novelas y películas puede servir para aclarar e indicarnos un camino para la práctica estética que, superando la contradicción, relacione en modo más complejo palabras e imágenes dentro y entre los dos medios. Las ilustraciones de Carlos Saura, fotógrafo y cineasta, literato e ilustrador, con un conocimiento desde dentro y en profundidad de los diversos medios expresivos, presenta un paso adelante en un debate interartístico de gran profundidad.
El director argumentaba en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza que el suyo aspira a ser un arte total: «El cine que es artificio, teatro, ópera, pintura, narración, arte de síntesis o simplemente el producto de muchas cosas que se cocinan en la misma olla, es desde luego el arte de nuestro siglo, abriendo a la imaginación un recuadro luminoso de sombras y colores en donde nos vemos representados. La grandeza de ese arte está en la sabia adecuación de los medios expresivos, en el sensible tratamiento de las imágenes, de la sabiduría y habilidad de los artesanos que colaboran en el proyecto común, y sobre todo en el talento de quienes han utilizado el cine como una segunda personalidad, desentrañándose como las arañas para ofrecer a quien quiera apreciarla una parte de la vida: reflejo, espejo, laberinto. Me gusta pensar que es una forma de expresión personal, me gusta pensar que a través del cine podemos expresar nuestros temores, nuestras limitaciones, bondades y mezquindades, ensanchando nuestra visión y enriqueciendo nuestra mente».
Me he referido al principio a la afición de Carlos Saura por la reconstrucción de cámaras fotográficas. Entre otros sentidos, representa una deuda con el fragmento. Friedrich Schlegel opinaba a propósito del fragmento que muchas obras de los antiguos se han convertido en fragmentos; y muchas obras de los modernos son fragmentos en su origen. Las cámaras reconstruidas son fragmentarias respecto a los modelos originales y resultan una selección de fragmentos de una realidad presente pero desaparecida. Las ilustraciones seleccionan fragmentos del texto y lo amplían, llamando nuestra atención sobre aspectos concretos del texto. Es afín al concepto de ruina. Las ruinas son formas altamente evocadoras del fragmento, que operan de acuerdo con una lógica particular: sugieren algo ausente y, de hecho, ocupan un espacio ambivalente entre el pasado total y parcial, la presencia de algo que afirman y niegan. Las ruinas significan pérdida y ausencia; y son, además, una evocación visible de algo invisible, la aparición de lo desaparecido. Y, a pesar de esto, en la medida en que las ruinas se conservan, sugieren la perseverancia: la posibilidad de la resistencia contra los ataques del tiempo y de la historia. Así como la fotografía es eco de una realidad desaparecida, las ilustraciones son fragmentos —ruinas— del texto que nos dirigen —retomando el planteamiento de Rousseau— hacia un universo global de signos, uniendo sensación y significado, dando unidad a la forma, el contenido y propósito de estas Ausencias presentes.
No podemos volver atrás. La novela ilustrada para adultos no volverá. Las novelas gráficas que están ahora tan en boga no son lo mismo. Las ilustraciones de Saura para su novela Ausencias nos muestra un camino, un nuevo modo de escribir, en homenaje a esa técnica vintage del texto ilustrado que tanto éxito tuvo en el siglo xix. Antes de la fotografía. Antes del cine. Así Saura brinda homenaje a ambas formas de expresión artística, aunando ilustración y fotografía.
Università Ca Foscari Venezia
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