POR MARÍA ISABEL CINTAS GUILLÉN
Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) nunca estuvo en América. Sin embargo, como periodista abierto y comprometido con los acontecimientos que vivió, nunca dejó de estar en ella. Ya desde muy joven, cuando Sevilla se preparaba para la Exposición Iberoamericana (que se gestaba desde la segunda década del siglo xx, pero no se celebraría hasta 1929), abordaba con visión crítica los movimientos que para su ejecución se llevaban a cabo, advirtiendo en su primer libro, La ciudad (Obra narrativa completa, 1993), cómo «el hispanoamericanismo ha entrado a formar parte del cuadro topical que barajan los homúnculos de la política». E insistía, en los artículos publicados en El Liberal, en la necesidad de dar un contenido sólido al ideal del «iberoamericanismo» del que siempre se hablaba en los discursos oficiales: «Nos falta una amplia concepción ideológica, una inevitable parte doctrinal, una teoría lógica, un alma, en fin». Fijaba su interés en las circunstancias que rodeaban la preparación de la exposición y le dedicó varios artículos en medios provinciales y nacionales, como El Liberal y Heraldo de Madrid. En el primero, aparecen columnas en las que se aborda el tema: «Una nueva fase en la obra de la Exposición» (4 de diciembre de 1921); «El marqués de la Vega Inclán nos habla de la Exposición Hispanoamericana» (4 de enero de 1922); «Desde Madrid. Unas palabras del marqués de Figueroa sobre la significación americanista de Sevilla y su Exposición» (8 de enero de 1922); «Desde Madrid. El hispanoamericanismo de la Exposición» (17 de enero de 1922); «El congreso de comerciantes españoles residentes en América» (6 de junio de 1922); «Desde Madrid. La Exposición Iberoamericana, aspiración nacional» (17 de enero de 1923). Y en Heraldo publica «Los difíciles jalones de nuestra influencia en América» (20 de octubre de 1924), todos ellos recogidos en Obra periodística (2013).

Para confirmar sus previsiones preguntaba sobre el sentido ideológico del iberoamericanismo a prohombres de la vida local y observaba cómo los entrevistados divagan o hablan, básicamente, de infraestructuras que, renovadas, serían capaces de cambiar la ciudad; los gremios de oficios, las familias poderosas litigan por materiales, terrenos, cambios enriquecedores de la estructura de la ciudad… Pero lo que Chaves buscaba era el alma, el arraigo en las conciencias del americanismo, su sentido y proyección. En uno de los artículos de El Liberal advertía: «No existe en nuestra ciudad la más insignificante inquietud americanista. Preciso es decir que no hay entre nuestros hombres representativos ninguno que sienta honda y sinceramente esa preocupación por lo americano», a la que aluden con pomposidad en banquetes y actos institucionales. Su marcha a Madrid interrumpe este interés cotidiano en lo referente al sentido americanista de España, interés que resurgirá coyunturalmente en octubre de 1924, ya incorporado a la plantilla de Heraldo de Madrid, y con motivo de la creación del Colegio Mayor Hispanoamericano de Sevilla. Pero tampoco tras una nueva indagación consigue saber qué es para Sevilla eso del «hispanoamericanismo». Sevilla no tiene respuestas coherentes. Y en un artículo titulado «Ahora en Ginebra», publicado en el diario Ahora (17 de mayo de 1931), reprochaba a los poderes fácticos

[…] la mecánica espiritual de nuestro hispanoamericanismo y la razón misma de su infecundidad. No es una política hispanoamericana lo que hemos hecho hasta ahora, sino una evasión sentimental. Éramos, sencillamente, unos evadidos de Europa, y ésa es la primera rectificación que tiene que hacer la República española, sin que ese retorno al cumplimiento de nuestros deberes europeos implique el abandono de nuestros intereses espirituales en América.

 

Cuando la Exposición Iberoamericana se celebre en 1929, ya Chaves estará dedicado a otros temas y su preocupación por América Latina irá por el camino de la colaboración en la prensa de aquellos países, en especial, de Argentina. Marcadamente internacionalista en sus planteamientos periodísticos, Chaves advirtió entre los primeros, cuando llegó la República, que la salvación de España pasaba por abrir las fronteras e integrarnos en el mundo. En 1931 hablaba con entusiasmo de la Sociedad de Naciones, de Ginebra, como lugar natural para la presencia de la Segunda República, con la que se abría para Chaves una nueva época. Como redactor jefe del diario Ahora, desde diciembre de 1930 y hasta noviembre de 1936, desarrolló una intensa actividad periodística, transmitiendo un mensaje de centro, colaborador con el Gobierno y muy próximo al pensamiento de Manuel Azaña. Apoyó al Gobierno republicano en todas sus actuaciones. Y, tras el levantamiento de Franco, salió al exilio, primero, a Francia y, luego, a Inglaterra.

 

EXILIO EN PARÍS
En noviembre de 1936 fue Francia el primer país de acogida de los exiliados republicanos españoles. El contacto de Chaves con América Latina se intensificó a partir de su salida de España. Consistió básicamente en informar a los distintos países latinoamericanos, a través de la prensa, la radio y los libros, no sólo de la situación de España en guerra (o la derrota de la España republicana), sino de la situación europea en el periodo de entreguerras y durante la Segunda Guerra Mundial.

Recién llegado a París con su familia, se instaló en Montrouge y comenzó a trabajar en la agencia Cooperation Press Service (filial de Havas), propiedad de Emery Révész y especializada en la distribución a Sudamérica de artículos políticos, agencia que tenía su sede en los Campos Elíseos. A través de ella se enviaban colaboraciones a periódicos de América, como El Tiempo, de Bogotá; El Nacional, de México; La Nación, de Buenos Aires; La Hora, de Chile; Excélsior, de México; New York Herald Tribune; y de Europa: London Evening Standard, L’Europe Nouvelle, La Dépêche, de Toulouse, o Le Soir, de Bruselas, entre otros. De esta manera obtenían divulgación los artículos políticos de Chaves Nogales aparecidos en periódicos franceses y otros especialmente escritos para la prensa americana, donde se analizaba la situación de la España en guerra y la etapa posterior al triunfo franquista. Entabló, asimismo, contacto con embajadas y editó de forma artesanal una especie de estafeta diplomática, Sprint, que llevaba noticias de la guerra española a las embajadas de países sudamericanos para su distribución.

Desde Francia, antes de pasar a Inglaterra, es consciente de que un gran número de periódicos europeos presentaban a España como país fascista, al haber contado Franco con la ayuda de Italia y Alemania. El New York Herald Tribune aseveraba en primera plana que Franco era «un instrumento de los nazis en América del Sur», a raíz de las opiniones vertidas por Chaves Nogales en un artículo publicado en ese periódico titulado «Franco Seen as Tool to Nazify South America» (24 de mayo de 1939), y publicado en francés en Excelsior con el título «Que vise l’imperialisme espagnol?», (25 de mayo de 1939). Este artículo tuvo una gran repercusión e hizo que el mismo día 24 la embajada española en Washington enviara al ministro de Asuntos Exteriores una nota firmada por Juan Francisco de Cárdenas que decía:

El artículo, que marca una de las direcciones que ahora toma la propaganda contra España, causará seguramente una fuerte impresión en este país, pues no obstante lo disparatado de las afirmaciones que contiene, se refiere a un orden de asuntos que aquí encuentra favorable acogida por estar el terreno bien abonado para ello. En diferentes despachos he informado ya a vuestra excelencia sobre la importancia que se da en los Estados Unidos al desarrollo comercial de Alemania en la América del Sur, contra el que ya se han tomado diferentes medidas, estando otras en vías de estudio.

 

El despacho citado evidenciaba la importancia que en Estados Unidos podían alcanzar las opiniones vertidas en la prensa por defensores de la causa republicana, frente a la consideración del nuevo régimen español, inserto en las peligrosas coordinadas del nazi-fascismo y el falangismo. Las delegaciones de Prensa y Propaganda de la Falange Exterior, creadas para divulgar el ideario falangista y de la nueva España fuera del país, encontraron no pocas dificultades en su tarea, especialmente, a raíz de la implantación de la política de «buena voluntad» impulsada por Roosevelt con respecto a los países de América Latina, que comenzaban a tener Gobiernos más democráticos y aperturistas. Al mismo tiempo, el Departamento de Estado norteamericano acusaba a la Falange Española Tradicionalista (FET) y las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) de connivencia con la propaganda subversiva del Eje en América.

Pese a la política norteamericana de no injerencia en relación con la Guerra Civil y el tardío reconocimiento del régimen de Franco, los grupos de exilados españoles mantuvieron un pulso con el representante de la propaganda franquista Juan Francisco de Cárdenas, quien, junto con Javier Gaytán de Ayala, nombrado agregado de Prensa de la embajada española en Washington en diciembre de 1939, no se dejaron doblegar por las iniciativas de la prensa norteamericana y pusieron en marcha diversas medidas con las que pretendían mejorar la percepción de España en el continente americano y combatir, así, la propaganda que les era adversa.