TIPOLOGÍA DEL RECETARIO

Los remedios contenidos en el manuscrito londinense cubren los más diversos aspectos de la vida cotidiana, principalmente, la salud, pero también el amor, la familia, las labores del campo, el ganado, el mal de ojo o el exorcismo del endemoniado, entre muchos otros. Entre los primeros aspectos, aquellos referidos a la salud, que son los que aquí nos interesan, en el códice se recogen remedios, tanto mágicos como paramédicos, para patologías específicas como la hemiplejia (págs. 74, 135), el paroxismo (pág. 89), la epífora ocular o lagrimeo (pág. 115), la gota (pág. 139), los calambres (pág. 146), las varices (pág. 175), el carbunco o ántrax (pág. 176), así como para la salud reproductiva de la mujer (págs. 84, 91, 107, 148, 149, 178, 189, 190), la impotencia sexual (págs. 114, 171, 178), la amnesia (pág. 109) o los trastornos mentales (pág. 182).

De manera que estos remedios pueden tener efectos somníferos (págs. 85, 108, 144, 182), antitérmicos (págs. 86, 139), analgésicos (págs. 88, 91, 103, 111, 143, 189, 193, 195), coagulantes (págs. 142, 147, 192), afrodisiacos (pág. 145) o depilatorios (pág. 177); mientras que otros funcionan como antídotos contra venenos (págs. 112, 136) e, incluso, algunos como remedios universales válidos para todas las enfermedades y dolencias (págs. 101, 147).

Los procedimientos indicados en estas recetas referidas a la salud son muy variados (emplastos, ungüentos, inhalaciones, sahumerios, jarabes) y fluctúan por lo general entre lo científico y lo creencial, no siendo extraña la combinación de la prescripción natural o farmacológica junto a las instrucciones mágico-religiosas: el conjuro, la recitación de plegarias o azoras coránicas, la escritura mágica, el contacto con talismanes, el enterramiento de objetos y sustancias o el contacto visual con el paciente o con determinados objetos, etcétera. Asimismo, se detalla en estos remedios el modo de administración y la correspondiente posología, cuando sea necesaria más de una toma. En estas dosificaciones se observa cierta predilección por repeticiones de tres y siete (veces, horas o días), cifras sin duda cargadas de simbolismo tanto en la tradición islámica como judeocristiana.

Como colofón de la receta suele mencionarse la voluntad de Dios, responsable último de la sanación, mediante expresiones del tipo «si querrá Allah» (págs. 84, 170, 171, et passim), «si quieri Allah» (págs. 108, 145), «con ayuḏa ḏe Allah» (págs. 86, 171, et passim), «con licencia ḏe Allah» (pág. 101), etcétera.[27] En otras ocasiones, la validez del remedio viene corroborada por la expresión «y-es probado» (págs. 89, 92, et passim), traducción del árabe wa-huwa muǧarrab, usual en los tratados árabes de «casos probados» o muǧarrabāt, y que también encontraremos en las recetas propiamente médicas de los moriscos.[28]

Junto a los remedios de tipo paliativo y preventivo, que constituyen la mayor parte de los contenidos en el manuscrito, se recogen asimismo prácticas de diagnosis, así como algunas descripciones etiológicas más o menos detalladas que, sin duda, constituyen pasajes singulares dentro de un códice eminentemente mágico. Buen ejemplo de este tipo de textos es el siguiente procedimiento diagnóstico de la esterilidad, tanto masculina como femenina, mediante un rudimentario análisis de orina (pág. 178): «Para la mujir que no pari i quiere conocer si está la falta in-ella o en su mariḏo. Toma la orina ḏe caḏa uno ḏ-ellos para ti i vazíala caḏa una sobre su raíz ḏe calabaça. I mirarán caḏa mañana a illas, i la que se seque o se amortigüe, in-aquella persona está la falta ḏel-engendrar, que es inpotente».

De indudable tradición galénica parece, por otro lado, el siguiente pasaje de carácter etiológico, en el que, a través de las características humorales, se ofrecen una serie de pautas para el diagnóstico de la hemiplejia (pág. 74): «Para cualquiere ayri i volvimiento de boca por ay[ri]. I se conoce il ayri ḏ-esta manera: y-es si uno se balḏa ḏe umor o frío le va dando il mal ḏe poco in poco hasta que se balda. Y-el ayri li dé da una veç. Y-así por pocō juicio que tenga loco no será ubiendo supido isto. Adviértasi que lo[s] ay malos ayris que ḏan ḏa poco in poco para que piensin qu-es umor frío, i si causā la genti de darlī paños o cosas calientis pensando qu-es umor frío. Pues cuando llegarás al-infermo sabrás si le an ḏaḏo ḏ-esto i no le provechó, pues is ayri, porque sienḏo ayri, aunque le dan mil años paños gastarán tienpo de balḏis, y-ansí queḏan muchos baldaḏos por no conocer la enfermedad».

Tras la descripción científica de la dolencia, aparece el remedio consistente, curiosamente, en una anušra o bebedizo mágico a base de una plegaria en árabe que debe ser desleída en agua, así como la indicación de su posología: «dársel-as a beber tres vezis o sieti in ayūnas». Sin duda, este texto híbrido constituye un ejemplo elocuente de la difusa frontera que existe entre las prácticas médicas y creenciales de los moriscos (y no sólo de éstos) a la que ya me he referido. Indistinción que viene refrendada en la misma receta por una glosa posterior de mano oriental anotada al margen, en la que su autor identifica esta solución con el término farmacéutico šarab (jarabe) y no con la voz nušra, común para referirse a este tipo de filtros mágicos.

 

COMPOSICIÓN DE ALGUNOS REMEDIOS

De acuerdo con la heterogeneidad de componentes de la magia islámica, encontramos en estas recetas una combinación de ingredientes naturales (plantas, minerales, partes de animales, etcétera), junto a elementos propiamente mágicos y religiosos. Dejaremos para otro momento estos dos últimos que, en gran parte, son comunes a los de otros textos aljamiado-moriscos ya conocidos.[29] Nos interesan más a nuestro propósito los componentes de tipo natural, cuyo uso fluctúa entre lo terapéutico y lo simbólico, y que no resultan del todo ajenos a la medicina científica de la época. Ciertamente, algunas de las recetas, como las que veremos a continuación, no sólo se alejan del mundo mágico, sino que parecen conectar con la propia tradición científica islámica e, incluso, cristiana.

Entre los elementos de tipo animal, destaca el uso del alḫuffe o murciélago,[30] al que se dedican varias recetas bajo el epígrafe titulado «Los provechos ḏel-alḫuffes» (págs. 174-175). Así, degollado y colgado del hombro de la parturienta, preserva la salud del recién nacido (pág. 84); cocido con aceite y aplicado en las piernas es bueno para las varices (pág. 175); mientras que su cabeza cosida a la almohada actúa como potente estimulante del sistema nervioso (pág. 174).[31]

La búrbuta o abubilla, ave cargada de hondo simbolismo, mencionada en el propio Corán (27: 20) y conocida en el norte de África como eṭ-ṭebbīb (el médico),[32] presenta, en función de la parte de su cuerpo, múltiples usos terapéuticos.[33] Así, por ejemplo, su lengua resulta beneficiosa para la memoria (pág. 92),[34] mientras que su pata enterrada a la puerta del establo preserva la salud del ganado (pág. 171).[35]

Por su parte, la limadura de cuerno de buey se prescribe como antifibrinolítico para tratar hemorragias nasales (pág. 171). Portados por el hombre, la hiel de la liebre (pág. 89),[36] la cabeza de la paloma (pág. 93),[37]el corazón del cuervo recién degollado (pág. 185)[38] o los huesos del sapo (pág. 179)[39] despiertan la libido de la mujer; mientras que para combatir los celos, se le da a comer a la esposa el corazón del perro negro (pág. 182). Referido también a la mujer, entre los remedios anticonceptivos prescritos, se recomienda ingerir el excremento de mula cocido con miel (pág. 190): «Para la mujer que no si querrá quedar preñada. Tomarás fienta ḏe mula i cuézila con miel muy menuda i dāsila a comir qui no si hará priñada. Y-es cosa probada, si querrá Allah».[40]

Entre los elementos de origen vegetal, la caña verde en contacto con el cuerpo actúa como antitérmico contra la fiebre (pág. 86), mientras que el lino previene el paroxismo (pág. 89).[41] Como somnífero se prescribe un remedio a base de «alḥarmulas» o alharma (ruta) junto al «olio rosado» o aceite destilado de rosas (pág. 108). Entre las especias, la nuez moscada aparece en una «meḏicina» para prevenir la hemiplejia (pág. 135) y la pimienta molida y aplicada como sahumerio actúa como diurético animal (pág. 170). En cuanto a los derivados vegetales, el aceite untado en la cabeza del varón resulta un excelente afrodisiaco (pág. 145),[42] y como remedio de la impotencia sexual se prescribe un brebaje en el que se emplean fórmulas mágicas escritas con azafrán (pág. 171).

Como coagulante en casos de epistaxis o hemorragia nasal, se emplea la paja de orḏio o cebada (pág. 149), cuya harina también es buena, en combinación con el zumo de apio y la clara de huevo, para tratar tanto la parálisis como el melasma faciales (pág. 193): «Para los paro[s] ḏe la cara. Toma çumo di apyo i harina ḏe cibaḏa i clara ḏe webo, i amásalo toḏo. I con esta masa unta los paros. I tanmién quita las manzillas i paño de la carā».

Aunque comunes en las prácticas médicas de la época, el uso de estos ingredientes nos remite al mundo creencial de los primeros tiempos del islam. De esta manera, el apio, dice Ibn Ḥabīb, que era empleado por el propio profeta en sus abluciones rituales.[43] En cuanto a las propiedades de la clara de huevo, estas aparecen mencionadas entre los remedios del ṭibb al-nabawī o medicina del profeta, en los que se prescribe como protector facial, mientras que la cebada es referida por el propio Mahoma por sus múltiples beneficios para la salud.[44] Junto a su empleo como remedio estético, el mismo cereal se recomienda como estimulante de la memoria (pág. 109), propiedad referida por autores clásicos como al-Kindī.[45]

Otro de los vegetales recomendado en nuestro recetario por sus propiedades curativas es el rábano, cuyo uso como emético era ya mencionado por Maimónides o Ibn Ḥabīb.[46] En la receta morisca se prescribe,[47] junto al aceite y la mediación divina, en el siguiente antídoto contra el envenenamiento (pág. 112): «Para quien abrá bebiḏo alguna cosa ponçomiosa. Cortarás rábanos i bulirlos-as en-azeyti hasta que coloríin o se aya anbebido il-azayti. Coma aquillos rábanos o ḏinli a bebir de aquil azeyti. Y-es probado. I si quierin denli a beber lechi ḏe asna tris ḏías, qui ello es qui, si abrá en su cuerpo gusanos, il los lançará con licencia de Allah».

En cuanto al componente mineral y sus derivados, frecuentemente utilizados en la medicina galénica medieval, estos son menos habituales en nuestro recetario, aunque sus usos resultan también muy significativos. Encontramos el alambre en un brebaje contra la posesión demoniaca (pág. 112), dolencia sobrenatural tras la que a menudo en realidad se escondían diversos trastornos mentales. De igual manera, los pequeños cantos rodados (pág. 136) conforman la base de un sahumerio para el envenenado, que veremos más adelante. Por su parte, la calcina y el oropimente, compuesto este segundo a base de arsénico y azufre, se emplean en este depilatorio que, ciertamente, poco parece tener de mágico (pág. 177): «Para curar los cabellos que se hazin a las personas ḏe donde querrás ḏel cuerpo. Toma un poco ḏe calcina viva i ḏeshazerla as con agua muy bien moliḏa. I después muele un poco ḏe oropimenti bien moliḏo. Ḏespués íchalo in-aquella calcina i cuézelo hasta que se haga ispeso. Después mételo a isfriar i cuanḏo istí tibio úntale los pelos. Ḏespués déxalos secar i luego se caerán». [48]

Alejada en efecto del mundo mágico y creencial, la receta morisca es en esencia, con ligeras variantes, la misma que cinco siglos antes recoge Abulcasis en su Kitāb at-taṣrīf,[49] que a su vez dice el cordobés tomar de Galeno:

Receta de una pasta depilatoria de Galeno que elimina el vello al instante. Coges dos porciones de cal viva sin apagar y una porción de oropimente, bate ambas cosas en un mortero de plomo y viértele agua de cocción de cebada hasta que veas que la pasta está negra; entonces caliéntala en el fuego y aplícatela en el baño, dejándola actuar un rato, y luego te enjuagas rápidamente. Esta pasta depilatoria suaviza la piel y debilita el vello cuando éste es endeble.