Óscar Colchado Lucio (Huallanca, Ancash, 1947) alcanzó la madurez creadora con uno de los mejores cuentos del Perú, una cumbre del español quechuizado (en la línea de José María Arguedas y Eleodoro Vargas Vicuña) y de la narración histórica según la versión de los insurgentes vencidos: «Cordillera Negra» (1984). Aborda el conflicto armado desde una cosmovisión mítica de raíces andinas en los cuentos de Hacia el Janaq Pacha (1989) y la novela Rosa Cuchillo (1997); añádase la solidaridad con las mayorías sometidas y deseosas de otro orden social en La casa del cerro El Pino (2003, el cuento que da título al volumen ganó en Francia el Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo 2002).

Sobresale, de otro lado, como uno de los autores más destacados de la narrativa para niños y jóvenes.

Guillermo Niño de Guzmán (Lima, 1955). Con un amplio conocimiento de la literatura contemporánea, en especial la norteamericana (aprovechado lector de Hemingway y Salinger), se reveló desde su primer libro (Caballos de medianoche, 1984) como uno de los mejores cuentistas de su generación, a la que dedicó una antología relevante: En el camino (1986). Su lenguaje preciso y cargado de sugerencias, de tendencia neorrealista, recoge la angustia y el desencanto de un Perú a la deriva y una humanidad en crisis, óptica ratificada en sus cuentos posteriores: Una mujer no hace un verano (1995) y Algo que nunca serás (2007).

Dante Castro Arrasco (Callao, 1959) comparte con Cronwell Jara Jiménez la capacidad para retratar todas las sangres del Perú y abarca como nadie en su generación las tres grandes regiones del país: Costa, Sierra y Selva. Amplio mural que debe tanto al realismo maravilloso (sobre todo, al mostrar la población amazónica y la afroperuana) como al neorrealismo urbano. En sus cuentos campea la violencia (contra las fieras selváticas, los familiares perversos y el orden sociopolítico injusto) y el culto al coraje (personajes rebeldes e incluso terroristas), en una especie de ética heroica conectable con Hemingway y Ciro Alegría. Alcanzó destreza artística a partir de su segundo libro de cuentos (Parte de combate, 1991), ratificada en Tierra de pishtacos (1992, primer premio de cuento de Casa de las Américas), Cuando hablan los muertos (1997), Prosas paganas (2004) y Gordas al amanecer (2014).

Pilar Dughi (Lima, 1956-2006). Dotada para el cuento y la novela, cultivó con acierto el neorrealismo y, a la vez, la literatura fantástica. Ahondó en la psicología de sus personajes y la impronta del marco económico y político, atenta a la experiencia cotidiana y la simbología cultural en temas y contextos sociales muy diversos. Sus libros de cuentos son La premeditación y el azar (1989), Ave de la noche (1996), La horda primitiva (2006) y la compilación Todos los cuentos (2017).

Fernando Iwasaki (Lima, 1961) goza de reconocimiento internacional como uno de los mejores cuentistas no sólo peruanos, sino hispanoamericanos, de su generación. Se impone ampliar esa valoración y consagrarlo como uno de los mayores prosistas (orfebre verbal de un ingenio y perspicacia fuera de lo común, así como un mirador al que nada de lo humano le es ajeno) actuales del idioma, por sus ensayos, prólogos, artículos y selecciones de diversos escritores (a los que rescata o revalora con brillo y amena erudición), su hilarante novela corta histórica Neguijón (2005), su entrañable novela episódica (varios capítulos poseen monotonía en la trama narrada) Libro de mal amor (2001), su celebrado libro de microrrelatos de horror (Ajuar funerario, 2004) y sus deliciosos libros de cuentos (históricos, eróticos, policiales, metaliterarios, etcétera): Tres noche de corbata y otros cuentos (1987), A Troya, Helena (1991), Inquisiciones peruanas, donde se trata en forma breve y compendiosa de los negocios, embustes, artes y donosuras con que el demonio inficiona las mentes de incautos y mamacallos (1994), Un milagro informal (2003), Helarte de amar (2006), España, aparta de mí estos premios (2009) y Papel carbón. Cuentos 1983-1995 (2012).

Carlos Herrera (Arequipa, 1961) domina el microrrelato, la viñeta miscelánea, el cuento y la novela e instala un universo creador de gran coherencia estilística, marcadamente personal (conexión subrayada en la graduación cromática de los títulos de sus novelas: Blanco y negro, 1995, Gris, 2004, y Claridad tan obscura, 2011), por lo que destaca como uno de los mejores artistas de la prosa en las actuales letras peruanas. Con ingenio, sutileza (de contundente potencial crítico para desnudar los engranajes sociales y políticos y los artificios ideológicos) y logrado humor, renueva la rica herencia literaria y cultural de las fábulas y las parábolas, los mitos y los diálogos filosóficos, las sátiras y las parodias. Ha publicado los libros de cuentos Morgana, del amor y otros cuentos (1988), Las musas y los muertos (1997), Crueldad del ajedrez (1999, contiene también microrrelatos) y la obra maestra titulada Historia de Manuel de Masías, el hombre que creó el rocoto relleno y cocinó para el diablo (2005); los microrrelatos de Crónicas del argonauta ciego (2002) y un álbum misceláneo (lírico, narrativo, ensayístico y autobiográfico) de rigurosa organicidad temática: Dime, monstruo (2014, con ilustraciones de José Tola).

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964). Internacionalmente, se lo sitúa entre los novelistas hispanoamericanos más destacados de su generación: luego de su sólida «trilogía política» neorrealista de 2002-2007, ha devenido en un importante cultor de la novela histórica (Un asunto sentimental, 2012, y El enigma del convento, 2014). Aquí invitamos a reconocerlo también por sus valiosos aportes al cuento, desde su primer libro (Cuentario y otros relatos, 1989) hasta La noche de Morgana (2005), con textos magistrales como el que da título al volumen, que instala una atmósfera tanática, asfixiante, connotando la violencia política padecida por el Perú.

De otro lado, resaltemos su trayectoria como director de talleres de narrativa, primero en Lima (durante los años ochenta), luego en Tenerife (1991-2002) y, después, teniendo Madrid como eje de sus actividades, en diversos países (Estados Unidos, Francia, China, etcétera).

Otros cuentistas de interés: Carlos Calderón Fajardo, Alonso Cueto (ampliamente conocido como novelista, ganador del Premio Herralde), Carlos Schwalb Tola, Alfredo Pita, Luis Nieto Degregori, Enrique Rosas Paravicino, Samuel Cárdich, Jorge Valenzuela, Zein Zorrilla y Arnaldo Panaifo Texeira.

 

NUEVOS NARRADORES

AÑOS 1992-1999

Aumentó el estímulo de los certámenes de cuento, los talleres de narrativa y la atención de los sellos editoriales a nuevos autores, lo cual redundó en una cosecha creciente de libros de cuentos, actuando como focos narrativos Lima, Piura, Cuzco, Huánuco, Huancayo e Iquitos.

Mención aparte reclama el factor que más favoreció el interés de los lectores y, de manera consecuente, del mercado editorial por la narrativa peruana de esos años: se vivió un momento excepcionalmente fructífero en novelas perdurables. Nunca antes el Perú tuvo tantos novelistas en actividad; en la mayoría de los casos, en creatividad ascendente. Junto con los consagrados de forma internacional Vargas Llosa y Bryce Echenique, y los autores de otras generaciones con trayectoria destacada (Miguel Gutiérrez, Edgardo Rivera Martínez, Carlos Eduardo Zavaleta, Oswaldo Reynoso, Juan Morillo Ganoza, Gregorio Martínez, Luis Enrique Tord, José Antonio Bravo, Marcos Yauri Montero, José Hidalgo, José B. Adolph, Rodolfo Hinostroza, Fernando de Trazegnies, Carlos Villanes Cairo, Laura Riesco, Jorge Díaz Herrera, Enrique Rosas Paravicino, Fernando Ampuero, Alonso Cueto, Óscar Colchado Lucio, Augusto Higa Oshiro, Mario Bellatin, Alfredo Pita, Pilar Dughi, etcétera), se dieron a conocer novelistas de interés: Óscar Malca, Oswaldo Chanove, Fietta Jarque, Teresa Ruiz Rosas, Carmen Ollé, Patricia de Souza, Abelardo Sánchez León, Peter Elmore, Enrique Planas, etcétera; ahí surgió el novelista más mediático (exitoso en ventas y escándalos como ninguno) de esa nueva hornada: Jaime Bayly (Premio Herralde).

Por su contribución al cuento, descuellan los siguientes autores.

Jorge Ninapayta de la Rosa (Nasca, 1957-Lima, 2014) cosechó numerosos premios desde 1992, tanto nacionales como internacionales (mencionemos el francés Premio Juan Rulfo de 1998), sin apremio alguno, y maceró sus recursos hasta alcanzar la excelencia ansiada: aguardó hasta los cuarenta y tres años de edad para obsequiarnos su primer libro de cuentos (Muñequita linda, 2000) y el segundo recién se publicó de forma póstuma (El arte verdadero y otros cuentos, 2015). Prácticamente todos sus textos resultan memorables por el ingenio, el soterrado y fino humorismo y la perfección estilística de su prosa. Merece un lugar entre los maestros hispanoamericanos, con tramas sorprendentes e insólitas, a cargo de personajes maniáticos o grotescos, pero de entrañable calor humano.

Enrique Prochazka (Lima, 1960) posee un dominio excepcional de la prosa y una poderosa imaginación de orientación fantástica, parabólica y/o metaliteraria, la cual reelabora con hondura y originalidad un legado literario de acusada complejidad —tanto verbal como simbólica—, desde el nivel alegórico de los poemas homéricos hasta el Joyce más difícil (Finnegan’s wake) y el Borges más fabulador. Ha cincelado los cuentos de Un único desierto (1997) y Cuarenta sílabas, catorce palabras (2005), además de la novela corta Casa (2004).

Selenco Vega Jácome (Lima, 1971) ganó precozmente importantes certámenes peruanos de poesía y de cuento. El talento narrativo que apunta en su primer libro de cuentos (Parejas en el parque y otros cuentos, 1998) ha madurado espléndidamente en su novela corta Segunda persona (2009; enlaza el punto de vista de la segunda persona gramatical con la dualidad sexual) y tiene como resultado uno de los mejores libros de cuentos del siglo xxi en Perú, inmerso en los lados ocultos de las relaciones humanas, ora irónicamente cínico, ora entrañablemente desgarrador: El japonés Fukuhara (2017).

Total
182
Shares