Continuando el recorrido por las canciones de la muestra que hacen del erotismo su tema principal, en «Champú de huevo» Tino Casal reinterpreta el tema del orgullo del hombre engañado que no piensa darle otra oportunidad a su expareja. Eso sí, ahora, al contrario que en «Déjame», esta es un(a) exprostituto/a, se explicita que el abandono es por alguien más alto y que «me dejas hecho polvo con tu sexy-ficción». Más trasgresora resulta «Muñeca hinchable» de Orquesta Mondragón, donde Gurruchaga, Haro Ibars y Cresencio Ramos escribieron una letra que narra de forma lasciva y divertida el acto sexual con este juguete erótico. Por último, «Me gusta ser una zorra» de Las Vulpess, una versión libre de «I wanna be your dog» de The Stooges, es un auténtico ejemplo de empoderamiento sexual femenino, un alegato a favor del disfrute de una vivencia desinhibida de la sexualidad. «Prefiero masturbarme yo sola en mi cama / antes de acostarme con quien me hable del mañana», clamaron las integrantes de este cuarteto de mujeres en un hito en la historia del punk (¿y del feminismo?) español.

Con la canción de Las Vulpess empezaré el análisis del que, atendiendo a la muestra elegida, sería el segundo gran tema musical de la movida: la oposición al mundo de los adultos y de sus valores. En este caso, como se ha comentado, se trata de un trasgresor ejemplo del rechazo a la visión de la sexualidad hegemónica entre los adultos de la época, que la ligaba necesariamente al amor y no al disfrute, así como de una reivindicación de la masturbación femenina, tema tabú para las mujeres de por entonces.

Pocos grupos han sido tan subversivos como este cuarteto de Bilbao, limitándose los más osados a dejar patente la oposición a los valores de sus mayores sin ofrecer propuesta contracultural alguna. Es el caso de Almodóvar y McNamara, cuya sátira de la maternidad en «Voy a ser mamá» podía leerse como una crítica al sector católico conservador que se oponía a la contracepción y al aborto en la España de los ochenta («no quiero abortar / rechazo la espiral / tiene derecho a vivir / le llamaré Lucifer»), pero que, al contener un maravilloso dislate como propuesta educativa («le enseñaré a criticar / le enseñaré a vivir de la prostitución / le enseñaré a matar»), opaca cualquier lectura seria de su mensaje. La España católica más conservadora fue también objeto de crítica en «Quiero ser santa» de Parálisis Permanente (escrita con Alaska), una sátira de las numerosas beatas que había aún en el país.

Lo más habitual fueron las canciones que visualizaban el enfrentamiento con los adultos, ya sea con la figura paterna («Rosario»), con la de los padres de la novia («El ritmo del garaje»), con la del profesor («No me enseñen la lección») o, simplemente, con todo aquel que tratara de poner coto a la libertad juvenil («Ni tú ni nadie» y «A quién le importa»). Lo resume perfectamente Alaska en «A quién le importa», una canción que puede decirse que clausura simbólicamente la movida en 1986: «Mi destino es el que yo decido / el que yo elijo para mí». Lo hace remarcando el principal aporte de este fenómeno sociocultural: la toma de conciencia de la juventud española de formar un grupo diferenciado, quizás heterogéneo, quizás individualista, pero en cualquier caso completamente ajeno al de los adultos.

No todos los grupos y canciones de la movida fueron tan enérgicos como Alaska a la hora de autoafirmarse en su rechazo a las críticas de los adultos y oponerse al control social que estos trataban de imponer a los jóvenes. «No mires a los ojos de la gente» de Golpes Bajos y «Ojos a tu alrededor» de Farenheit 451 escenifican la sensación de las parejas de jóvenes de ser espiadas por una sociedad amenazadora, llena de ojos que «mienten», «intentan separarnos» o que están «a tu alrededor», «vigilándonos», pero, en vez de rebelarse o pasar del asunto, como hacen los protagonistas de las canciones de Alaska, los suyos reaccionan con pavor, quedándose en casa o escondiéndose. Cabe resaltar que en el caso del tema de Farenheit 451 es la relación sexual entre los jóvenes lo que les hace ocultarse, en otra nueva muestra de la importancia del erotismo o de la sexualidad (o de la denuncia de su represión) como gran tema musical de la movida.

Por último, el rechazo al mundo de los adultos en «Autosuficiencia» de Parálisis Permanente llega hasta el punto de provocar que el protagonista de la canción decida acabar encerrándose en sí mismo y en sus lecturas, en una actitud de aislamiento y pasotismo («encerrado en mi casa / todo me da igual / ya no necesito a nadie / no saldré jamás»), que llega hasta la automutilación («y me corto con cuchillas de afeitar»).

 

CONCLUSIÓN Y DESIDERATA

Aunque, como se reclama en La movida: una crónica de los ochenta, esta no fue solo música y aún quedan pendientes estudios rigurosos sobre muchas de sus producciones culturales, como el cómic de la época (Lechado et alii, 2005, pp. 187-191), no es menos cierto que «entre las prácticas culturales que la movida adopta la música tiene una importancia especial, ya que articula muchas otras: el diseño, la moda, los lugares de encuentro, el argot…» (Fouce, 2000, pp. 267-268). Por ello, espero que este análisis de cuarenta de sus canciones más célebres contribuya a que los futuros trabajos sobre la movida atribuyan la importancia que merece al erotismo y a la oposición juvenil al sistema de valores de los adultos existente en sus producciones culturales.

 

BIBLIOGRAFÍA

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El futuro ya está aquí: música pop y cambio cultural en España (Madrid, 1978-1985) (tesis), Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2002.

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