POR MAARTEN STEENMEIJER

No sería exagerado afirmar que en más de un sentido Antonio Muñoz Molina, nacido en 1956, forma parte de una generación privilegiada. Cuando dio los primeros pasos en el campo literario español se había restaurado la libertad de expresión después de casi cuarenta años de franquismo. Los escritores, además, quedaban eximidos del deber moral de supeditar la literatura al compromiso que habían asumido muchos de ellos en los años cincuenta y sesenta. Tampoco hacía falta dar el tiro de gracia al concomitante realismo trasnochado, puesto que eso ya se había hecho a principios de los años setenta cuando las editoriales Planeta y Seix Barral iniciaron un valiente aunque no del todo logrado intento de poner al día la narrativa española. Ese intento se constituyó en la estela de la magnífica nueva novela hispanoamericana, que en el curso de los años sesenta había mostrado que la literatura escrita en español podía prosperar en la vanguardia de la literatura universal sin alienar a los lectores.

Cuando a mediados de los años setenta el humo de los fuegos experimentales de la nueva novela española se había disipado y Franco por fin había muerto, las camisas de fuerza y los bozales eran cosa del pasado. Ahora se podía escribir en plena libertad. En este clima libre y liberal Antonio Muñoz empezó su carrera literaria. No era el único factor en su favor porque, cuando a mediados de los años ochenta se publicaron sus primeros libros, el interés por la literatura española había crecido de forma notable, no sólo en España sino también fuera del país. Nada más lejos de mi intención, sin embargo, que sugerir que Antonio Muñoz Molina se vio tentado a adoptar la actitud comodona tan característica de muchos de sus colegas, responsables de la avalancha de literatura light lanzada al mercado. Ya en su primera novela, Beatus Ille (1986), Muñoz Molina se reveló como un autor muy exigente. Como luego ha recalcado en muchas ocasiones, se considera un discípulo de, entre otros, Cervantes, Flaubert, Faulkner, Borges, Rulfo y Onetti. La temática de Beatus Ille se reveló como paradigmática y ejemplar de su obra posterior y, asimismo, de mucha literatura española posterior: la memoria, el pasado como presencia. El eje de casi todas las novelas de Muñoz Molina es un enfrentamiento involuntario con el pasado en que historia, realidad, ficción, imaginación e ilusión se encuentran y desencuentran de maneras intrincadas y significativas, cuando no trágicas o dramáticas. Es importante añadir que su temática y su complicada elaboración y plasmación no han impedido a sus novelas a llegar a numerosos lectores.

Los críticos españoles no tardaron en reconocer el gran talento narrativo del autor de Beatus Ille. Como resumió el eminente crítico Rafael Conte: «Beatus ille […] le proporcionó una proyección nacional. Aquella fábula cuidadosa y faulkneriana, con tendencia hacia el mito […], fue una agradable sorpresa en el contexto de nuestra novela más joven. Era un libro ambicioso, profundo y complejo, que no dejó de impresionar a pesar de algún desequilibrio interno y fallos de ritmo; pero su cuidadoso estilo y la perfección de su escritura le valieron ocupar de golpe uno de los primeros lugares entre las nuevas promociones» (Conte, 1988). Pero como sostiene Conte en el mismo artículo, fue El invierno en Lisboa (1987) –«un libro menos ambicioso que el anterior, pero más medido, más profesionalizado y mejor construido, más armónico y limitado a la vez»– el que le proporcionó «el éxito completo», nunca mejor dicho si se tienen en cuenta la espléndida acogida en la prensa, el otorgamiento del Premio Nacional de Narrativa y del Premio de la Crítica, y el triunfo en las librerías. Así, en muy poco tiempo, Antonio Muñoz Molina había reunido mucho capital literario y capital simbólico en España. A Hispanoamérica, sin embargo, su obra apenas llegó en aquellos tiempos marcados todavía por el boom de la literatura hispanoamericana, «con el cual toda la literatura de la Península, a los ojos del lector de lengua castellana, dejó de existir» al otro lado del Atlántico, como afirma Alberto Manguel (2011). Sólo en el nuevo milenio los escritores españoles de la generación de Muñoz Molina cobraron cierta popularidad gracias a, entre otras cosas, la mayor presencia de los grupos editoriales españoles en el subcontinente (Corbellini, 2010, 189).

Francia: el parentesco con Javier Marías

Sin duda alguna, Francia ha sido, también durante los oscuros años del franquismo, el país más hospitalario con la literatura española y el pionero en cuanto a su edición. Para comprobarlo, sólo hace falta tener presente el gran número de traducciones y recordar que muchos autores españoles estrenan su carrera internacional en este país. Creo oportuno citar las palabras de Olivier Mony cuando describe sucintamente la posición actual de la literatura española en el campo literario europeo tal y como se percibe desde Francia, destacando a tres escritores entre los muchos que en el curso de las décadas anteriores se habían vertido al francés: «Aujourd’hui, l’Espagne fait mieux que tenir son rang au sein du “concert” littéraire européen. Des écrivains de la dimension de Javier Marias, Antonio Muñoz Molina ou Enrique Vila-Matas, pour ne citer qu’eux, sont unanimement considérés comme parmi les plus importants» (Mony, 2004). Vale la pena recordar, asimismo, que en 1994 el periódico Le Monde, en una reseña de la versión francesa de El jinete polaco, aseveró que Muñoz Molina es, con Javier Marías, «le plus choyé des jeunes écrivains espagnols». Más en concreto, el autor del artículo, Pierre Lepape, descubre un llamativo parentesco entre la novela del escritor andaluz y Corazón tan blanco, del escritor madrileño: «Manuel, le héros du Royaume des voix, exerce la même profession que Juan, le héros d’Un coeur si blanc, le dernier roman de Marias. Tous deux sont traducteurs-interprètes dans des grandes conférences internationales. La jeune Espagne, fraîchement ouverte au monde après quarante ans d’exil intérieur racorni, découvre les sortilèges et les pièges de Babel. Elle se sent comme un corps rachitique et souffreteux qui dispose d’une âme vibrante et universelle, sa langue. C’est à partir d’elle que l’avenir peut se construiré» (Lepape, 1994).

En este mismo artículo –publicado en la prestigiosa rúbrica Feuilleton– Lepape sostiene que Beatus Ille, la primera obra traducida al francés de Muñoz Molina, sigue siendo su «chef-d’oeuvre». La versión francesa se publicó en 1989 y fue el mismo Pierre Lepape quien escribió una reseña en Le Monde, ubicando la obra del joven y desconocido autor español en un contexto muy distinto, el de Cervantes: «Mais l’ombre de Cervantès ne hante pas seulement les récits anciens. On en signale la présence dans les lieux les plus divers, comme une sorte d’emblème nécessaire dès qu’on pénètre sur les territoires de l’hispanité et de la littérature» (Lepape, 1990). La diferencia entre los contextos esbozados por Lepape en sus dos artículos no me parece aleatoria sino que parece indicar que en pocos años la literatura española más reciente había conseguido tener una voz propia gracias a autores como Marías y Muñoz Molina, que a principios de los años noventa del siglo pasado lograron una notable presencia en el país de Proust. En el caso del último autor lo atestigua el hecho de que entre 1989 y 1993 vieran la luz nada menos que cinco traducciones: Beatus Ille (1989), Un Hiver à Lisbonne (1990; El invierno en Lisboa), Beltenebros (1991), Les mystères de Madrid (1993, Los misterios de Madrid) y Le royaume des voix (1993, El jinete polaco), todas publicadas por la prestigiosa editorial Actes Sud.

Este arranque marcó el ritmo de las traducciones de la obra de Muñoz Molina en Francia, donde se publicaron todas y cada una de las novelas del escritor español poco después de que los originales aparecieran en España: Le Sceau du secret (1995, El dueño del secreto), Pleine lune (1998, Plenilunio), Une ardeur guerrière (1999, Ardor guerrero), Carlota Feinberg (2001), Séfarade (2003, Sefarad), En l’absence de Blanca (2004, En ausencia de Blanca), Le vent de la lune (2008, El viento de la luna), Dans la grande nuit des temps (2012, La noche de los tiempos) y Comme l’ombre qui s’en va (2016, Como la sombra que se va). Todas estas ediciones se publicaron en Éditions du Seuil, que a partir de 1995 se hace cargo de la obra de Antonio Muñoz Molina en Francia, que no sólo abarca toda su dimensión novelística (incluidas las nuevas ediciones de las obras publicadas por Actes Sud y una nueva traducción de El invierno en Lisboa: L’hiver à Lisbonne, 2001) sino asimismo el diario Fenêtres de Manhattan (2005, Ventanas de Manhattan), los ensayos Cardoue des Omeyyades (2012, Córdoba de los Omeyas; la primera edición francesa la publicó Hachette littératures en 2000) y Tout ce qu l’on croyait solide (2013, Todo lo que era sólido) y el libro de relatos Rien d’extraordinaire (2000, Nada del otro mundo).

Con todo, se trata de una rica serie de traducciones de la que ocho siguen catalogadas, lo que revela mucho sobre la posición de Antonio Muñoz Molina en el campo literario de Francia, como también hacen los prestigiosos premios que le otorgaron en este país por Pleine lune (Prix Fémina Étranger 1998) y Dans la grande nuit des temps (Prix Méditerranée étranger 2012), respectivamente, y la buena acogida de su obra en la prensa francesa. Así, Le Figaro no vacila en ensalzar Sefarad con estas palabras: «La richesse de Séfarade, son intensité, sa gravité, sont telles qu’on y pénètre pas à pas, avec prudence et respect, comme on visite un cimetière. Molina nous donne là son grand oeuvre, son livre le plus personnel et aussi le plus fraternel» (Corty, 2003). Y sobre la última novela, Como la sombra que se va, el mismo periódico escribió entre otras cosas: «Il est des vertiges qui prennent la forme de livres. Et c’est rare. Comme l’ombre qui s’en va, d’Antonio Muñoz Molina, fait partie de ces cyclones narratifs. Les romans de Don De Lillo ou de Pynchon ne sont pas loin. L’Espagnol a bâti là, avec un art d’orfèvre parfaitement maîtrisé, un chef-d’oeuvre pur […]» (Clermont, 2016). Y es digno de recordar que en el curso de los años los críticos franceses no han dejado de vincular a nuestro autor con Javier Marías. Así, en la extensa y detallada reseña de la versión francesa de Los enamoramientos de Javier Marías que André Clavel escribió para la renombrada revista literaria Lire, este crítico afirma lo siguiente: «Le Madrilène est le meilleur de sa génération, avec Antonio Muñoz Molina. Comme lui, il a réveillé la littérature d’un demi-siècle de coma franquiste. Et, comme lui aussi, il peut se flatter de tirages impressionnants, tout en échafaudant des romans exigeants, haut de gamme, pas du tout formatés pour aguicher les amateurs de best-sellers» (Clavel, 2013).