BENJAMIN CONSTANT (1767-1830) responde a Kant
Por ejemplo, el principio moral que declara ser un deber la verdad, si alguien lo tomase incondicional y aisladamente, tornaría imposible cualquier sociedad. Tenemos la prueba de ello en las consecuencias muy inmediatas que un filósofo alemán sacó de ese principio, yendo hasta el punto de afirmar que la mentira dicha a un asesino que nos preguntase si acaso un amigo nuestro, perseguido por él, no se refugiaba en nuestra casa, no sería un crimen.
[…]
Este principio [se refiere al imperativo categórico], aislado, resulta inaplicable. Destruiría la sociedad. Pero si lo rechazáis la sociedad no será menos destruida, pues todas las bases de la moral serán trastocadas.
Es preciso, por tanto, buscar el medio de su aplicación, y, a este efecto, como acabamos de decir, se ha de decidir el principio.
Es un deber decir la verdad. El concepto de deber es inseparable del concepto de derecho. Un deber es aquello que corresponde en un ser a los derechos del otro. Donde no hay ningún derecho no hay ningún deber. Por consiguiente, decir la verdad es un deber, pero solamente en relación a quien tiene derecho a la verdad. Ningún hombre tiene derecho a la verdad que perjudica a otros.
KANT responde a Constant
Se define, por tanto, la mentira como una declaración intencionalmente no verdadera hecha a otro hombre, y no hay necesidad de agregar que deba perjudicar a otra persona, como exigen los juristas… Pues haciendo inútil la fuente de derecho, ella perjudica siempre a otras personas, incluso cuando no sea a un hombre determinado y sí a la humanidad en general.
[…]
Por consiguiente, quien miente, por más bondadosa que pueda ser su intención, debe responder por las consecuencias de su acción, delante del tribunal civil, y arrepentirse de ella, por más imprevistas que puedan ser; porque la verdad/veracidad es un deber que debe ser considerado la base de todos los deberes que se fundan sobre un contrato, y la ley de esos deberes, desde que se permita la menor excepción, se torna dudosa e inútil.
[…]
[…] el derecho a exigir que otro mienta en nuestro provecho tendría como consecuencia una pretensión contraria a toda legalidad. Cada hombre, por tanto, tiene no solamente el derecho sino incluso el más estricto deber de enunciar la verdad en las proposiciones que no pueda evitar, aunque se perjudique a sí mismo o a otros.
[…]
La mentira es rechazo y —por así decirlo— la aniquilación de la propia dignidad del hombre.
¿Hay derecho a mentir? La polémica Immanuel Kant-Benjamin Constant sobre la existencia de un deber incondicionado de decir la verdad, trad. de Kant: Manuel García Morente; trad. de Constant: Pedro Lomba, Tecnos, 2012
3. CRISIS DE LA MODERNIDAD
KARL MARX (1818-1883)
La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etcétera, de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etcétera, pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología los hombres o sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida…
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana [Hegel, Feuerbach, Stirner, etcétera] que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de los que los hombres dicen, se representan o imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su propia producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.
DOS TESIS SOBRE FEUERBACH
8.— Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.
11.— Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.
La ideología alemana, trad. Wenceslao Roces,
Grijalbo, 1970, pp. 25-26 y 667-668
FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
En un apartado rincón del universo […] hubo una vez un astro en el que unos animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto más arrogante y mentiroso de la «historia universal»; pero, a fin de cuentas, fue sólo un minuto. Después de que la naturaleza respirara unas cuantas veces, el astro se heló y los animales astutos tuvieron que perecer.
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, en Obras completas, I,
trad. Luis E. de Santiago Guervós, Tecnos, 2011, p. 609
*
«De la “razón” en la filosofía». Tesis finales
Tesis primera. Las razones por las que «este» mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, —otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable—.
[…]
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo «verdadero» y en un mundo «aparente», ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence —un síntoma de vida descendente…—. El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues «la apariencia» significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida… El artista trágico no es un pesimista, dice precisamente sí incluso a lo problemático y terrible, es dionisiaco…
Crepúsculo de los ídolos, trad. Andrés Sánchez Pascual,
Alianza Editorial, 1973, pp. 49 y 50
*
Falsas costas y falsas seguridades os han enseñado los buenos; en mentiras de los buenos habéis nacido y habéis estado cobijados. Todo está falseado y deformado hasta el fondo por los buenos.
[…]
[…] en el supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten demasiado: tiene razón —nosotros mentimos demasiado—.
Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal: por ello tenemos que mentir.
[…]
Quien no puede mentir no sabe qué es la verdad.
Así habló Zaratustra, trad. Andrés Sánchez Pascual,
Alianza Editorial, 1972, pp. 294, 189 y 387
*
Fragmentos póstumos (1885-1889)
7 [6].— La victoria de un ideal moral se consigue con los mismos medios «inmorales» que cualquier otra victoria: violencia, mentira, difamación, injusticia.
«No debes mentir»: se exige veracidad. Pero el reconocimiento de los hechos (no-dejarse-engañar) ha alcanzado su mayor grado precisamente entre los mentirosos: ellos reconocieron también que esa «veracidad» popular no se atiene a los hechos. Se dice siempre demasiado o demasiado poco: la exigencia de desnudarse en cada palabra que se dice es una ingenuidad.
Se dice lo que se piensa, se es «veraz» sólo bajo ciertos presupuestos: especialmente el de ser comprendido (inter pares), y más aún, de ser comprendido de modo benevolente (otra vez inter pares). Frente a lo extraño uno se oculta: y quien quiere alcanzar algo dice lo que quiere que se piense sobre él, no lo que piensa. (El «poderoso miente siempre»).
9 [41].— La forma extrema del nihilismo sería que toda creencia, que todo tener-por-verdadero es necesariamente falso: porque no hay en absoluto un mundo verdadero. Por tanto: una apariencia perspectivista, cuyo origen está en nosotros mismos (en cuanto tenemos necesidad permanente de un mundo más estrecho, abreviado, simplificado —que la medida de la fuerza es el grado en que podamos admitir la apariencialidad, la necesidad de la mentira, sin sucumbir […]—).
11 [415].— [Nietzsche comenta muchos años después el significado de su primer libro, El nacimiento de la tragedia].
La concepción del mundo que se encuentra en el trasfondo de este libro es singularmente siniestra y desagradable: de los tipos de pesimismo que hasta ahora se han conocido, ninguno parece que haya alcanzado ese grado de malignidad. Aquí falta la contraposición entre un mundo verdadero y un mundo aparente: sólo hay un único mundo, y ése es falso, cruel, contradictorio, seductor, carente de sentido… Un mundo así constituido es el mundo verdadero… Nosotros necesitamos la mentira para vencer esa realidad, esa «verdad», esto es, para vivir… Que la mentira es necesaria para vivir, esto incluso forma parte de ese carácter temible y problemático de la existencia…
La metafísica, la moral, la religión, la ciencia entran en consideración en este libro sólo como formas diversas de la mentira: con su ayuda se cree en la vida.
Fragmentos póstumos (1885-1889), vol. iv, trads. Juan Luis Vermal
y Joan Bautista Llinares, Tecnos, 2006