A pesar del éxito que tuvo con la primera parte del Quijote en 1605, Cervantes no ganó con ella suficiente dinero para superar la vida de penurias y desilusión que había llevado hasta entonces. Los editores, sin embargo, sí estuvieron dispuestos a publicar su obra y logró sacar a la luz rápidamente una colección de obras teatrales en 1615, Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, y el mismo año publicó también la segunda parte del Quijote. La mayoría de las ganancias, no obstante, se quedaba con los editores, quienes imprimieron de forma póstuma en 1617 Los trabajos de Persiles y Sigismunda, la novela bizantina en la que Cervantes trabajó con asiduidad y que lo entusiasmó hasta el último día de su vida. Reunir las doce novelas en un solo libro independiente posiblemente se debió, en cierta medida, a las críticas que recibió por haber insertado historias similares en la primera parte del Quijote, algo que se abstuvo de hacer en la segunda.
Sin embargo, las Novelas ejemplares son una obra genial por sí misma y hubieran asegurado un lugar prominente para su autor en la historia de la literatura occidental aun si no hubiera escrito ninguno de sus otros libros. Gozaron de un éxito inmediato en España, donde fueron incluso llevadas al teatro musical (zarzuelas), y tuvieron un rápido e imperecedero impacto en la literatura inglesa. La obra de Cervantes fue exitosa en Inglaterra y muchos otros lugares. Thomas Shelton publicó su traducción del Quijote en 1612 y César Ouidan, la primera traducción completa de la novela al francés en 1614. Shakespeare compuso una obra sobre el personaje Cardenio, del Quijote, que no ha sido nunca encontrada. La gente se disfrazaba de don Quijote y Sancho Panza para ferias y carnavales en Alemania y Perú. Las Novelas ejemplares tuvieron también gran impacto. Los dramaturgos jacobinos Thomas Middleton, William Rowley y John Fletcher adaptaron algunas de las novelas al teatro. Cervantes, quien había sido ignorado hasta la última década de su vida, se convirtió de pronto en una prolífica celebridad literaria.
Las Novelas ejemplares fueron compuestas a lo largo de casi toda la vida creativa de Cervantes. Diversos estudios han mostrado que algunas de las historias se remontan, por lo menos, a veinte años antes de la fecha de publicación, si no más, mientras que otras fueron escritas en ese productivo periodo entre las dos partes de Don Quijote, de 1605 a 1615. El libro es como un resumen de toda la obra de ficción de Cervantes, pues despliega su gran variedad de temas, personajes, estilos y conflictos. El orden en que las novelas aparecen no es, sin duda, el orden en el que fueron escritas. Por ello, es tentador preguntarse si Cervantes escondió algún mensaje en la secuencia que le dio al libro y en el lugar que ocupa cada historia respecto de las otras. El orden pudo también haber sido determinado por el editor, aunque, incluso en esta situación, Cervantes debió de haber intervenido de alguna manera. Una historia, «La tía fingida», publicada por separado de forma anónima, pero que los críticos están casi seguros de que fue escrita por Cervantes, fue dejada fuera del volumen. Ello añade un detalle relevante al proceso de selección que se siguió. La novela es muy procaz y algo torpe (¿una obra temprana?). La similitud de algunas de las novelas ejemplares con las que incluyó en la primera parte del Quijote añade, asimismo, una dimensión intrigante a la secuencia de las historias en esta colección. Parece cierto, para mí por lo menos, que el libro constituye una revisión y clausura satisfactoria de la obra de un autor que sabía que se acercaba al fin de su vida y quería dejar a la posteridad un legado significativo que mostrara todo el espectro de su genio creativo.
Los relatos, como lo había sido también el Quijote, son un ensamblaje de artificios literarios de gran complejidad y sofisticación, presentados de manera tan ligera y divertida que el lector, extasiado por los giros y peripecias de la trama, y por las gracias de los protagonistas, casi no nota su pericia narrativa. Algunas de las novelas, como «La española inglesa», son muy extensas para el género de la novella italiana, que es como Cervantes usa el término. «Novela» no se usaba aún en el sentido actual; se refería únicamente a un cuento largo al estilo de los de Boccaccio, como Covarrubias, quien cita al autor italiano, explica en su Tesoro de la lengua castellana o española de 1611. Los escenarios geográficos van de Inglaterra al Mediterráneo. Italia aparece con frecuencia, pero el foco es España, sobre todo Castilla y Andalucía, lugares que, como Italia, Cervantes conocía de primera mano. El periodo histórico es aproximadamente el presente de Cervantes. El lenguaje, como en todas sus obras, es elegante sin llegar a ser pedante, con un rico rango léxico que refleja el lugar de origen y el sector social al que pertenecían los personajes. Los narradores cautivan a los lectores de una manera amable y cómplice que invita a seguir la narración. El estilo y lenguaje de Cervantes son altamente accesibles a los hablantes actuales de español. Muchas de las novelas de la colección son muy populares y ampliamente reconocidas en España y Latinoamérica, donde se incluyen en los programas de estudio escolares.
El amor es el tema dominante de las Novelas ejemplares. Las tramas se enfocan en las aventuras de hombres y mujeres jóvenes que se encuentran camino a la adultez y al matrimonio. Como en la mayor parte de la literatura del Siglo de Oro español, todo lo que sucede antes del matrimonio es materia de la comedia mientras que todo lo que ocurre después lo es de la tragedia. En las Novelas ejemplares, Cervantes ofrece muy originales variantes de este esquema general, algunas veces basándose en relatos tradicionales, como el del viejo casado con una joven, o en historias nuevas, como aquella del joven casado con una experimentada prostituta que lo engaña, le roba sus joyas y lo contagia de sífilis. Lo distinto de las historias, tanto en trama y personajes como en su adopción de los moldes narrativos disponibles en su tiempo, es uno de los atractivos del libro, que posiblemente se titula de esta manera por ser una colección de ejemplos de las distintas posibilidades novelísticas: picaresca, bizantina, italianizante (cómico-erótica) e incluso una, la última, un diálogo que presenta a dos perros como protagonistas. Una manera de ver el proyecto de Cervantes en este libro es como una miniaturización de géneros de prosa de ficción existentes que penetra en su arte y extrae su comprimida esencia literaria. A mí me parece que son ejemplares en este sentido, aunque ha habido muchas discusiones sobre el adjetivo «ejemplar», en el cual algunos han querido ver una intención moralista. Cervantes, sin embargo, nunca escribió ese tipo de historias. Él declara en el prólogo: «Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras; digo sin daño del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan».