POR MARÍA ISABEL VICENTE MAROTO

«Alonso de Santa Cruz, Cosmógrafo Mayor de Vra.Mg dize que él a servido al Emperador don Carlos acerca de 20 años, así en presencia como en ausencia, dándole a entender muchos libros de astrología y cosmographía, haziéndole muchos libros en las dichas sciencias y cartas de geografía en diversas formas hechas, y muchos instrumentos de metal y de plata para se saber las horas y la longitud y latitud, cosa muy provechosa para las navegaciones».

28 de febrero de 1557, AGS. Secretaría de Estado. Legajo 12, carpeta 15, fol. 22

 

En el siglo xvi, cosmógrafos-geógrafos se dedicaban a la descripción y confección de mapas de tierra y mares conocidos, al estudio del movimiento de los cuerpos celestes o a la elaboración de cartas y tablas astronómicas, cuyos datos eran necesarios para el trazado de la cartografía náutica y terrestre. Y Alonso de Santa Cruz fue uno de los mejores cosmógrafos, que pasó la mayor parte de su vida al servicio de Carlos I y después de su hijo Felipe II. Fue un prolífico escritor de obras históricas, crónicas, didácticas, políticas, económicas, geográficas, astronómicas, cosmográficas y cartográficas de las que buena parte han desaparecido.[1] Dada su dedicación a tantas y tan diversas materias se le ha calificado como un hombre de gran cultura, profundamente humanista.

Pero solamente pudo ver publicado uno de sus trabajos —la traducción de la Crónica de España de Francisco Tarapha, en 1562—, aunque en numerosas ocasiones intentó conseguir el permiso real para imprimir sus obras. Así, en una carta que Santa Cruz escribe a Felipe II, escribe:

Y no dexaré asimesmo de suplicar a Vra. Mg. sea servido de me mandar dar previllegio y licencia para poder imprimir algunos libros que tengo hechos y cartas generales y particulares de toda la geographía del mundo y que ningún otro lo pueda hazer sin mi voluntad y licencia, pues no es justo que aviendo pasado tantos y tan continuos trabaxos en lo hazer y con tantos gastos de hazienda aya de llevar otro el premio dello, y otro previllegio como este mandó dar la Mag. del emperador don Carlos a Pedro Apiano alemán por ciertos libros que le dedicó y servicios que le hizo, y no menos lo mereceré yo, pues los que tengo hechos van todos dedicados a Vra. Mg., cuya muy católica y real persona prospere y guarde Nuestro Señor con acrecentamiento de muchos más Reynos y Señoríos, como sus criados deseamos desta corte de vra. Mg. a 5 días de mayo de 1558 años.[2]

 

En una carta de 1563, Felipe II se dirige al presidente y demás miembros del Consejo de Indias con estas palabras:

Y quanto a lo de los libros que el dicho Alonso de Santa Cruz ha ofrecido que imprimirá tocantes a la declaración de las Indias que dezís serán de provecho para tener noticia más en particular de aquellas partes, aunque esto sea así, havéis de mirar que por esta misma razón podría traer mucho inconveniente en que los dichos libros se imprimiesen por la noticia y claridad que por ellos hallarían extranjeros y otras personas que no fuesen súbditos ni vasallos nuestros de las dichas Indias que es punto de consideración, y por esto os encargo lo miréis y tratéis y me aviséis de vuestro parecer.

De Monzón, a 26 de noviembre de 1563.[3]

 

La negativa del privilegio de impresión junto con su condición de cosmógrafo real —por lo que todos sus trabajos, a su muerte, debían ser recogidos por el secretario real y entregados al sucesor en el oficio—motivaron que Juan López de Velasco los aprovechara al redactar sus Relaciones topográficas o la Geografía de las Indias y se le haya atribuido el Atlas de El Escorial; y que Andrés García de Céspedes suplantara su autoría en dos magníficos manuscritos de Alonso de Santa Cruz, Islario general y el Astronómico Real.

Algunos otros trabajos suyos, que fueron recogidos e inventariados a la muerte del cosmógrafo, no han podido ser localizados, por lo que es posible que hayan corrido la misma suerte, o bien se quemaran en el incendio de El Escorial, o se encuentren en bibliotecas europeas. Se conserva abundante documentación sobre Santa Cruz, que nos permite seguir su vida y también las obras que va escribiendo, de las que da noticia en numerosos memoriales dirigidos a los secretarios reales, en los que tampoco faltan las quejas por su mala situación económica y sus dolencias.

Alonso de Santa Cruz nació en Sevilla en agosto de 1505 y murió en Madrid, el 9 de noviembre de 1567, a los sesenta y dos años. Aunque no se encuentran referencias de estudios universitarios, en su formación pudieron participar Hernando de Colón y algunos cosmógrafos y pilotos de la Casa de Contratación, ya que fue hijo de un hombre de negocios cercano a las empresas de Indias que ejerció como teniente de alcalde de los Reales Alcázares sevillanos desde 1525 hasta 1535, en cuya capilla se celebraban los exámenes y las juntas de la Casa de Contratación. Por ello, su infancia y juventud se desarrollaron dentro de un ambiente relacionado con expediciones, cosmógrafos, cartógrafos, pilotos y comerciantes. Con poco más de veinte años (1526-1530), participó en el viaje de Sebastián Caboto a la Especiería —a la que nunca llegó, pues se quedaron en el Río de la Plata—, adquiriendo experiencia práctica para sustentar sus conocimientos teóricos en cartografía, cosmografía y navegación. [4] En un documento que el licenciado Gamboa envía al secretario Mateo Vázquez, que había revisado los trabajos que Santa Cruz dejó al morir, fechado el 10 de abril de 1577, se menciona una carta de marear de Sebastián Caboto:

Que havía acabado de ver los papeles del cosmógrafo Alonso de Santa Cruz para ver los que havían de quedar en el Consejo que son muy buenos y lo que se havía de dar por ellos a sus herederos. Entre los cuales ay una descriptión de España muy curiosa y digna de que Su Mg. la tenga. Y un libro de ingenios de agua y fuego y máchinas de guerra y otras cosas de mucha curiosidad que será bien que Su Mg. le vea. También tiene desde que murió el Presidente Ovando una tabla de marear de aquel gran cosmógrafo Sebastián Caboto que entregará a quien se le ordenare. [5]

 

Pero de ese Libro de ingenios y máquinas de guerra no se tiene noticia.

Al regresar de su viaje, entre 1530 y 1535, se dedicó a la construcción de instrumentos y a materias cosmográficas y astrológicas, quizá tras comprobar las dificultades que encontraban los marinos para determinar los rumbos, las trayectorias y las coordenadas de los barcos, así como para levantar mapas de las costas descubiertas.[6]

 

EL ABECEDARIO VIRTUOSO, MANUSCRITO DE LA BIBLIOTECA DE EL ESCORIAL

Alonso de Santa Cruz, escribió el Abecedario Virtuoso para el Príncipe Carlos,[7] hijo de Felipe II, y comienza explicando que «los habitadores de Assia tuvieron siempre de costumbre yendo a hazer reverencia a sus reyes de les llevar presentes de cosas muy curiosas y dellos más deseadas», así la reina de Saba «yendo a ver al Rey Salomón, a fama de muy gran sabiduría, y para más confirmar con él su amor le llevó grandes presentes de oro y plata y de otras cosas ricas para ornamento del templo que hazía», y los tres Reyes Magos, que llevaron oro, incienso y mirra; al ser él llamado por el rey a su corte no le pareció justo presentarse sin llevar «cosas que le agradasen y diesen algún contento»:

Y así truxe muchas cartas de Geographía en diversas formas hechas y muchos libros de Historias y crónicas assí de los Reyes Cathólicos don Hernando y doña Isabel, como la del emperador, vuestro abuelo, y otros libros de Philosophía, Astrología y Cosmographía, todos los quales yo tengo hechos con mucho trabajo y diligencia después de la partida de su magestad destos sus Reynos, y no menos truxe puestas en árboles las siete artes liberales en romance castellano para mejor se poder entender, y de la propia manera la genealogía de los dieziseis abuelos de V. Al. traídos casi desde Noé, y la de todos los reyes y señores de la Asia, África, y Europa, Indias Orientales y Occidentales, y toda la pintura y geographía destas dichas partes de tierras de forma muy grande para mejor se poder entender las particularidades dellas; truxe asimismo muchos instrumentos de astrolabios, quadrantes, reloxes y otros de diversas maneras hechos, por los quales fácilmente saber la distancia o apartamiento de qualesquier dos lugares, así en longitud como en latitud por muy apartados que sean, muy provechosos a los que navegan, y no menos mostré a V. al otras muchas cosas muy gustosas y provechosas y dignas de saber…

 

Pero se lamenta de que al príncipe no le agradasen y no se sirviese de casi nada de todo ello, ya que lo único que le interesaba era saber leer y escribir bien. Por eso, le dio una descripción del Perú: «provincia muy grande en las Indias Occidentales, la qual yo hize por mandado de Su Magestad, donde allende de la particular pintura de aquella tierra y de los naturales con todo lo que produce, se declara en ella por escripto, las costumbres de las gentes y lo que los castellanos pasaron con ellos al tiempo de su conquista».

Santa Cruz decide escribir a don Carlos un Abecedario virtuoso, y en el Prohemio explica que lo hace para que, además de poder ejercitarse en la lectura, le sirva para enriquecerse y para que fuese «un espejo en que un buen príncipe se debe mirar», y advierte «porque los libros no son otra cosa que unos espejos en los que el alma se mira, y en lo que más ellos parecen espejos es en que dizen las verdades». Le expondrá todas las virtudes «así theologales como cardinales, y morales para que v. las ame y conozca en sí, y en qualquiera de los suyos».