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Sin embargo, de todos los integrantes del colectivo Noble Katerba, la más importante es Roxana Crisólogo Correa (Lima, 1966), quien es autora de cuatro libros de poemas: Abajo, sobre el cielo (1999 y 2005); Animal del camino (2001); Ludy D. (2006) y Trenes (2009 y 2010). El primero de ellos es no sólo el mejor que ha publicado Crisólogo hasta la fecha, sino uno de los que deben figurar obligatoriamente en cualquier balance que se haga sobre la poesía de su generación. Abajo, sobre el cielo es un acercamiento frontal a la realidad del espectro marginal de Lima que alcanza en sus descripciones y testimonios una desgarrada y desolada intensidad que, como ha señalado Miguel Ildefonso, se debe «a la invisible intervención de la poeta al no suplantar a los personajes ni pretender ser mediadora de ellos, de su habla, de sus sueños, de su piel». Este acercamiento produce un verso desnudo, cortante, fragmentado que puede entramar imágenes y sensaciones tan poderosas como las que abren el volumen: «Una construcción que no permite mirar hacia afuera / una construcción abisal y sórdida como un cuadro abisinio / bajo el lente estoy en Louvre / y Louvre en Plaza Francia es un espejismo / Desde lo alto de un bus / contemplo la ciudad / el sol brilla intensamente como un par de anteojos blancos / cáscaras rotas botellas sin licor una banca verde me espera / sólidos intactos versos que aún musitan sonrisas / Un líquido oscuro / como niebla nos envuelve el atardecer». Esta mirada a la Lima de los migrantes, de la pobreza y la violencia, del hacinamiento entre las casuchas empotradas entre el cielo y los cerros es notable por la originalidad y desenvoltura con que Crisólogo dispone su discurso, sin apelar nunca a efectismos miserabilistas ni a los fútiles simulacros a los que recurre aquel que escribe sobre lo que desconoce, contribuyendo significativamente a la corriente de la poesía popular y callejera que Hora Zero consolidó a principios de los años setenta.
La solvencia y la naturalidad de Abajo, sobre el cielo están menos presentes en Animal del camino, donde Crisólogo consigna su situación de recién llegada a Europa con un distante rol de observadora que rara vez llega a identificarse y comprometerse con las situaciones que ocurren a su alrededor. Todo está visto de forma borrosa, como detrás de un cristal impenetrable, precisamente como detrás de la ventana de un tren que la traslada de manera veloz de país en país. Es por ello que muchas veces el desconcierto y el afán de registrar lo novedoso impiden el buen desarrollo de los poemas que aspiran a explorar la realidad extranjera, mientras que los de vocación más intimista salen mejor librados, como es el caso de «Improviso un colchón para meditar». El lenguaje, por otra parte, es puramente funcional, demasiado simple en comparación con la ominosa, ambigua atmósfera de claroscuros que posee Abajo, sobre el cielo. Más interés tiene Ludy D., donde la biografía en verso de una joven universitaria senderista que muere en un atentado adquiere vigor por momentos, en parte gracias a un tratamiento de la experiencia en la periferia urbana que sigue evidenciando su asimilación a las enseñanzas horazerianas. En Trenes, su última entrega, Roxana Crisólogo vuelve a insistir en el discurso del exiliado, yuxtaponiendo la experiencia del migrante andino con la del migrante al Viejo Continente y combinando los viajes geográficos con aquellos que se realizan adentrándose en los largos pasillos de la memoria. El producto final revela la seguridad expresiva que otorga el oficio, pero también a una poeta bastante cómoda con una voz ya conquistada, con una manejable manera de decir las cosas.
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Hubo otros grupos menores, casi invisibles, como Cultivo o Estación 32. También surgió, en 1998, una agrupación que tuvo alguna cobertura mediática, llamada Inmanencia, comandada por el polifacético Florentino Díaz. Auspiciados por la poeta ochentera Rocío Silva Santisteban, los presentó con esta sentencia apofántica: «La poesía conversacional ha muerto». El problema de Inmanencia es que nunca estableció con claridad cuál sería esa nueva poesía que iba a reemplazar a la vieja y en supuesto desuso: la voluntad de escribir diferente se intuía más en las copiosas declaraciones que brindaron por esos años (porque, al igual que Hora Zero, Kloaka y Neón, Inmanencia era un grupo ávido de publicidad) que en los poemas incluidos en los dos libros colectivos que publicaron, Inmanencia (1998) e Inmanencia. Regreso a Ourobórea (1999). De los dos, el más interesante es el segundo: mientras que en Inmanencia el propósito de escribir siguiendo todos las mismas coordenadas —pretensiones de escribir una poesía pura, combinadas con veleidades metafísicas y motivos sagrados— termina encorsetando el campo de acción de algunos de los poetas (como es el caso de Villacorta, que no brinda aquí su mejor performance) y hace un tanto monocorde la propuesta general, en Regreso a Ourobórea empiezan a mostrarse las voces verdaderas de los inmanentes y aquí éstos perfilan con más libertad en sus textos lo que sería su carrera por separado en la década siguiente, muy diferente a los proyectos iniciales de Inmanencia. Lo más importante de este grupo no es la supuesta renovación del lenguaje de los noventa que ellos anunciaron llevarían a cabo, sino que representaron en el momento justo el hastío de muchos jóvenes poetas que tenían un conocimiento de la tradición y tomaban conciencia sobre la rigidez de un aparato crítico y de una inacabable manera de escribir poesía que había satisfecho a sus mayores inmediatos —los poetas aparecidos entre 1990 y 1995—, pero que ellos se negaban a continuar (o, más bien, a seguir reciclando). Lamentablemente, la desorientación general de la época les impidió formular alternativas, al menos a un mediano plazo.
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Aparte de estos grupos poéticos, también hubo algunos solistas virtuosos que reformularon la poesía conversacional con fortuna, así como otros que emprendieron incursiones por los márgenes, consiguiendo nuevas experiencias que matizaron una década donde el statu quo siguió, aunque cuestionado, imperando. A continuación, mencionaré y comentaré los más relevantes.